RAÍZ
AK-
Esta
raíz aparece en multitud de lenguas de la familia indoeuropea,
sánscrito o sueco, persa o galés, y, lo que más afecta a nuestra
lengua, en latín y en griego.
En
general significa agudo, afilado. Está en la palabra agudo,
agudeza,
y en aguja.
De agudeza
en el lenguaje del Siglo de Oro, Quevedo, etc. habría mucho que
escribir, venía a significar chiste inteligente. Está en aguijar
y aguijón,
en acuciar
o acuciante.
Es la raíz de acebo,
por las espinas del borde de sus hojas. Y de acanto,
el cardo de las famosas hojas que forman el capitel corintio. Es la
raíz del latín acies,
filo, punta y por extensión un batallón en posición de ataque.
También acero
y acacia,
por las espinas. Y arce.
Con
sufijo ak-ri
es el origen del latín
acer,
que da acre
y acritud,
agrio,
y agraz,
esa uva que no llega a madurar. Mediocre
significa el que llega a la mitad del monte, de su cima afilada, el
que se queda a medias de una aguda dificultad. Vinagre
es el vino agrio. En latín vinagre
es acetum,
en italiano siguen llamando aceto
al vinagre.
Acerbo
es acer
recargado con otro sufijo, y de él exacerbar.
Es la raíz de ácido,
ese sabor hiriente al gusto, el poco usado acedo
que significa ácido, y acedera,
una hierba de sabor ácido. Acedía,
ese pescado tan andaluz, se discute si es de esta raíz, de una época
en que se considerara de sabor no muy agradable, o, según otros,
deriva de acidia
o acedia,
pereza, por estar muy tranquilo y perezoso en el fondo del agua.
Acidia
o acedia,
a pesar de su apariencia, no están emparentadas con ak.
Es la formación alfa privativa + κῆδος,
sin cuidado, sin preocupaciones. (Esta alfa privativa, de origen
griego, nos la encontramos muchas veces y la interpretamos bien, en
amoral,
apátrida...).
Aceite,
a pesar de estar tan cerca del vinagre
en las vinagreras,
no tiene nada que ver con ácido,
es de origen árabe, de zeit,
que en castellano, con fortuna, sustituyó a óleo.
En
griego produce un verbo ἀκονάω
(akonao, afilar), y con παρά
(pará) tenemos parangonar,
comparar, someter el oro a la piedra de toque, y de ahí, parangón.
Hay un cultismo de origen griego, acmé,
que es el momento en que los síntomas de una enfermedad adquieren su
mayor intensidad. Entre los griegos ἀκμή
era el momento de plenitud de una persona, entre los 40 y los 45
años. No había la costumbre de decir fecha de nacimiento y muerte
de los personajes, sino de citar su ἀκμή,
el pico afilado de su biografía, como en una gráfica. Pero la
palabra griega de esta familia que más compuestos ha producido en
nuestra lengua es ἄκρος
(akros, extremo, la punta de arriba de algo). Entra en Acrópolis;
acrotera,
esos adornos que lleva el Partenón en las puntas del tejado;
acrofobia,
miedo a las alturas; acróbata,
el que anda por las alturas; acrónimo,
sigla, usando solo las puntas de las palabras; o acróstico,
poema formando palabras con la primera palabra de cada verso.
De
pasada alguna vez hablo de cambio de vocalismo. Las raíces
indoeuropeas tienen la capacidad de conservar el significado
conservando las consonantes y cambiando las vocales. Λέγω
- λόγος
(lego - logos) es un ejemplo modélico, pero, por lo cambios que
sean, nosotros reconocemos la misma raíz en podemos-pudieron,
o viniste-venías-vienes.
Vale, pues a partir de ak-
con vocalismo o,
en griego aparece ὀξύς
(oxýs), que significa ácido, agudo. Y este es el origen de óxido,
oxígeno,
oxímoron,
paroxismo
y muchas otras.