10 de octubre de 2016
Creo que nos pasa con frecuencia, aunque no siempre nos demos cuenta. Nos arrastran los odios, los grandes y los pequeños. Ni el amor ni la indiferencia, lo que nos arrastra es el odio. Lo que, en el fondo, mueve el mundo es el odio. Mira por la ventana y el mundo te lo demostrará. No nos movemos porque amemos algo, sino porque odiamos lo contrario. Pero no nos podemos dejar arrastrar por el odio. El odio construye siniestras cadenas en las que un eslabón justifica el siguiente y éste, al otro y así vamos odiándolo todo y odiándolos a todos. Hay que romper las cadenas y empezar de nuevo. Tenemos que ser nosotros mismos, limpios y ajenos a lo que mueve el mundo. Hay que romper con el pasado incomprensible que incomprensiblemente nos arrastra.