Hay días en los que se piensa, se
siente, se desea, se toca, se entiende y se vive con la piel.
La piel
es entonces el único criterio, la única realidad, lo único
importante, lo único existente, lo absoluto.
La piel ha sido siempre
condenada por quienes nunca han creído en la libertad, porque se han
dado cuenta de que si la piel no es una parte viva de nuestro yo, lo
que queda es el pozo sin fondo de la soledad, de la frustración, de
la incomunicación y de la deshumanización.
No me atrevo a afirmar
que lo más mío, lo que me define, es mi piel, que yo soy mi piel,
pero sí a asegurar que sin mi piel no soy yo, que sin las profundas
sensaciones que puedo producir y recibir en mi piel, que sin la vida
de mi piel, yo no soy yo.
Buenas noches.