lunes, 26 de noviembre de 2012

No todas las violencias son iguales




Cuando un científico quiere saber lo que ocurre con un fenómeno, lo primero que hace es identificarlo bien, diferenciándolo de todo aquello con lo que pudiera confundirse. Después, intenta analizarlo, es decir, separar los elementos que lo integran, para ver así la influencia que, cada uno de ellos y las relaciones que establecen entre sí, tienen en el fenómeno. Luego, una vez vista la estructura que tiene aquello que se estudia, se trata de averiguar sus causas, las razones que explican por qué aparece ese fenómeno. Por fin, el conocimiento se centra en ver las consecuencias que tal fenómeno pueda tener en el contexto en el que se da. Seguir fielmente este proceso es intentar conocer bien la realidad.

Insisto en la importancia que en el conocimiento tiene el análisis de la realidad, la identificación clara de aquello que se estudia y de los elementos de todo tipo que lo constituyen. Lo contrario, esto es, no profundizar en lo que verdaderamente es algo y, aún peor, meterlo en un mismo saco con fenómenos aparentemente similares, pero que en el fondo no tienen nada que ver con él, es la mejor manera de no enterarse de nada y de cometer errores de consecuencias imprevisibles.

Digo esto porque he leído últimamente comentarios bastante cargados de emotividad, pero ausentes de razonamiento, que defienden que no se hable de violencia de género y sí, en cambio, que se generalice la situación considerando un cajón de sastre en el que entren todas las violencias.

Esto es justamente lo que quieren los machistas: que los ciudadanos no se enteren de cómo funciona la violencia de género -el machismo, si se quiere- para que así, sin saber nada, sin enterarse de en dónde están metidas, las víctimas sigan siendo víctimas y los maltratadores sigan siendo maltratadores. Supongo que a nadie le gustaría que los médicos tratasen igual todas las toses, todos los dolores o todas las enfermedades de los ojos, por ejemplo. Sin embargo, parece que hay quien no tiene inconveniente, no sólo en hablar de “la” violencia, sino en impedir que se analice cada uno de sus tipos.

Me parece que esta actitud generalizadora, simplificadora, es de un peligro extremo, porque supone una predisposición a no enterarse realmente de nada de lo que ocurre. Creer que la violencia de género -que es únicamente la que ejercen los hombres sobre las mujeres, en virtud de su interés en creer que son superiores a ellas- es lo mismo que la violencia que esporádicamente pueda ejercer una mujer contra un hombre es no enterarse de nada de lo que pasa, no entender lo que mueve a los machistas a practicar la violencia de género y exponerse a ser víctima del machismo que impregna lamentablemente tantas mentes y tantas estructuras sociales.

Deberíamos cuidar bastante la manera que tenemos de acercarnos a conocer la realidad. Estamos sometidos a un gobierno muy ideologizado, muy poco culto y con muy poco conocimiento de lo que pueda ser un humanismo, que lo que pretende es que los ciudadanos no sepan nada de nada, para así poder manejarlos mejor y que traguen sus mentiras, sus engaños y sus atentados. Lo quiere porque lo que busca es cambiar el tipo de sociedad en la que vivimos, reformar sus estructuras y hacerlas más favorables para sus intereses económicos, que es lo que en el fondo le preocupa. Y para evitar las críticas, para adormecer las conciencias y para neutralizar cualquier posible protesta, pretende que no pensemos, que no nos enteremos de lo que ocurre y que sigamos adelante como obedientes súbditos que no ofrecen resistencia a sus manejos.

Y estos gobernantes que nos han tocado en desgracia son, entre otras cosas, machistas, como han demostrado en tantas ocasiones. También son intoletantes, homófobos, intransigentes, retrógrados y muchas cosas más. Y por eso quitan todos estos temas de las asignaturas con las que los jóvenes podrían tomar conciencia de la situación en la que están y de las libertades que les quitan.

Hacerles el juego renunciando a conocer de verdad lo que pasa me parece realmente suicida.  

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