Cuando un científico quiere saber lo
que ocurre con un fenómeno, lo primero que hace es identificarlo
bien, diferenciándolo de todo aquello con lo que pudiera
confundirse. Después, intenta analizarlo, es decir, separar
los elementos que lo integran, para ver así la influencia que, cada
uno de ellos y las relaciones que establecen entre sí, tienen en el
fenómeno. Luego, una vez vista la estructura que tiene aquello que
se estudia, se trata de averiguar sus causas, las razones que
explican por qué aparece ese fenómeno. Por fin, el conocimiento se
centra en ver las consecuencias que tal fenómeno pueda tener
en el contexto en el que se da. Seguir fielmente este proceso es
intentar conocer bien la realidad.
Insisto en la importancia que en el
conocimiento tiene el análisis de la realidad, la identificación
clara de aquello que se estudia y de los elementos de todo tipo que
lo constituyen. Lo contrario, esto es, no profundizar en lo que
verdaderamente es algo y, aún peor, meterlo en un mismo saco con
fenómenos aparentemente similares, pero que en el fondo no tienen
nada que ver con él, es la mejor manera de no enterarse de nada y de
cometer errores de consecuencias imprevisibles.
Digo esto porque he leído últimamente
comentarios bastante cargados de emotividad, pero ausentes de
razonamiento, que defienden que no se hable de violencia de género y
sí, en cambio, que se generalice la situación considerando un cajón
de sastre en el que entren todas las violencias.
Esto es justamente lo que quieren los
machistas: que los ciudadanos no se enteren de cómo funciona la
violencia de género -el machismo, si se quiere- para que así, sin
saber nada, sin enterarse de en dónde están metidas, las víctimas
sigan siendo víctimas y los maltratadores sigan siendo
maltratadores. Supongo que a nadie le gustaría que los médicos
tratasen igual todas las toses, todos los dolores o todas las
enfermedades de los ojos, por ejemplo. Sin embargo, parece que hay
quien no tiene inconveniente, no sólo en hablar de “la”
violencia, sino en impedir que se analice cada uno de sus tipos.
Me parece que esta actitud
generalizadora, simplificadora, es de un peligro extremo, porque
supone una predisposición a no enterarse realmente de nada de lo que
ocurre. Creer que la violencia de género -que es únicamente la que
ejercen los hombres sobre las mujeres, en virtud de su interés en
creer que son superiores a ellas- es lo mismo que la violencia que
esporádicamente pueda ejercer una mujer contra un hombre es no
enterarse de nada de lo que pasa, no entender lo que mueve a los
machistas a practicar la violencia de género y exponerse a ser
víctima del machismo que impregna lamentablemente tantas mentes y
tantas estructuras sociales.
Deberíamos cuidar bastante la manera
que tenemos de acercarnos a conocer la realidad. Estamos sometidos a
un gobierno muy ideologizado, muy poco culto y con muy poco
conocimiento de lo que pueda ser un humanismo, que lo que pretende es
que los ciudadanos no sepan nada de nada, para así poder manejarlos
mejor y que traguen sus mentiras, sus engaños y sus atentados. Lo
quiere porque lo que busca es cambiar el tipo de sociedad en la que
vivimos, reformar sus estructuras y hacerlas más favorables para sus
intereses económicos, que es lo que en el fondo le preocupa. Y para
evitar las críticas, para adormecer las conciencias y para
neutralizar cualquier posible protesta, pretende que no pensemos, que
no nos enteremos de lo que ocurre y que sigamos adelante como
obedientes súbditos que no ofrecen resistencia a sus manejos.
Y estos gobernantes que nos han tocado
en desgracia son, entre otras cosas, machistas, como han demostrado
en tantas ocasiones. También son intoletantes, homófobos,
intransigentes, retrógrados y muchas cosas más. Y por eso quitan
todos estos temas de las asignaturas con las que los jóvenes podrían
tomar conciencia de la situación en la que están y de las
libertades que les quitan.
Hacerles el juego renunciando a conocer
de verdad lo que pasa me parece realmente suicida.
Excelente texto Manuel. Enhorabuena. Abrazos.
ResponderEliminarGracias, Mari Carmen. Un beso.
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