No. No es Pe. Ni P., que es amiga mía y no tiene nada que ver con este asunto. No es Pe. ¡Qué más quisiera ella! Tampoco es PePe. Bueno, un poco PePe sí que es, aunque a ella le gustaría ser todo el PePe. Si por ella fuera, sería PePePePe, pero no lo es. Es sólo un poco PePe. De manera que no es Pe, ni es PePe, ni tampoco esPe, sino que es Espe. Desde toda la vida ha sido Espe y, para algunos, siempre lo será.
A Espe siempre le gustaron las monedas. Parece que toda su vida ha estado girando en torno de las monedas. No me refiero a que sea aficionada a la numismática, sino al capitalismo. Es devota de ese credo en su versión más neoliberal. Esto se le hizo crónico con lo que le ocurrió cierto día, mientras estaba seguramente contemplando algún negocio presente o futuro, cuando un señor, con una discreta melena y un bigotito impresentable cubriéndole todo el labio, se le coló por la puerta trasera del alma. Este señor, que iba con los pies por delante y a una velocidad endiablada, se le quedó instalado en la región extrema derecha del alma, alejado del corazón y del cerebro y muy cerca de donde se genera la bilis. Debió encontrarse a gusto en el lugar porque allí puso su etiqueta y allí se le puede encontrar todavía. Desde entonces, a Espe se la conoce también como Esperanza.
Espe es muy simpática, muy jovial, de aspecto exterior discretamente moderno, dice muchos tacos, aunque nunca en público, domina el inglés y juega muy bien al golf. No se le conoce, sin embargo, ninguna idea brillante. Esperanza es más señorial, un poco más distante, mucho más antigua y muy neoliberal. No en vano se apellida Thatcher, en honor a la recordada Dama de hierro. Su gran deseo es que el mercado –el Negocio- funcione solo, aunque, claro está, gobernado por los que tienen el poder en el mercado, no por cualquiera y, mucho menos, por todos, cosa que sería un disparate inconcebible. Algunos incautos piensan que este afán neoliberal tendría que acarrear la eliminación del Estado, pero esto no es así. Es algo distinto lo que pretenden. A lo que aspiran es a algo así como a poder meterlo en el congelador. Que esté, pero que no se le vea, ni mucho menos que se ponga a incordiar y a impedir que el Negocio siga su marcha ascendente hacia cualquier hecatombe. Porque es lo que le pasa al sistema, que a veces sube hacia abajo y, claro, cae. Puede que caiga por la ineptitud de alguno o de algunos, o por la avaricia, o por el miedo colectivo, y entonces sobreviene algo a lo que llaman crisis, que puede proseguir en recesión, en crack, en crash o en un desastre. Es el momento, entonces, de olvidarse de discursos pasados, de sacar al Estado del congelador y de meterlo en el microondas para que se descongele e intente introducir cantidades enormes de dinero en el sistema para salvar el sistema financiero, el sistema económico y el sistema nervioso de la parte rica de la humanidad. Son estas antigüedades en las que, al parecer, la antigua de Esperanza cree. No sabemos si Espe le hará recapacitar y cambiará algo. La verdad es que en este terreno ni con Espe ni con Esperanza caben muchas esperanzas.
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