Hay que mirar lo bueno. Lo malo se nos suele venir encima y no hay que hacer ningún esfuerzo para tenerlo presente. Lo bueno se oculta más, hay que buscarlo para mirarlo y para gozarlo. Pero no vale con quedarse solo en la contemplación gozosa de lo bueno, porque nos hace escondernos en un mundo irreal e injusto con quienes necesitan de nosotros. Hay que mirar lo bueno para disfrutar y, también, para coger fuerzas, para cargarnos de energía que nos permita mirar lo malo y poder criticarlo y convertirlo en bueno. Ni solo lo bueno, que nos suministra una alegría fofa, ni solo lo malo, que nos hace tristes e inútiles.