Hace unos días, una amiga incluyó una
foto mía en un portal feminista. La foto era de mi participación en
la campaña “Sácale tarjeta roja al maltratador” que hicimos
hace un par de años en el Instituto en el que trabajaba y en la que
participaron muchísimos alumnos, alumnas, profesoras y profesores.
Se trataba de crear conciencia entre todos, hombres y mujeres, sobre
cómo deben ser las relaciones entre las personas, intentando
eliminar las discriminaciones por cuestión de sexo y procurando que
las alumnas estuvieran alerta ante posibles caídas en las manos de
algún noviete poco evolucionado que acabara maltratándolas.
Siempre me propuse tratar el tema de la
violencia de género y, en general, el de las relaciones entre hombres y mujeres
como algo que afecta a ambos, porque ni unos deben ejercer la
violencia ni las otras deben tolerarla. Me considero feminista porque
creo en la igualdad de derechos de todas las personas, sin que el
sexo tenga que ver con ello y sin admitir ni justificar las
distinciones de género que se dan en la sociedad machista.
Por eso me llenó de alegría que mi
amiga, por su propia iniciativa, me incluyera en su página
feminista. Y por eso no entiendo las consignas, las organizaciones ni
los actos feministas destinados sólo a mujeres. Comprendo muy bien
que son sobre todo las mujeres las que deben tomar conciencia de su situación
para poder luego cambiarla, pero creo que los hombres también tienen ineludiblemente que hacerlo y que hay que contar con ellos. A lo mejor me paso un
poco, pero me sienta fatal cada vez que veo que son convocadas sólo
las mujeres en nombre del feminismo. Me suena a algo así como a
desenfoque.