Yo no espero nada de nadie.
Nadie me
debe nada.
Nadie tiene ninguna obligación de darme nada.
Todo lo que
reciba será para mí un regalo, desde el beso ultraligero al abrazo
de corazón, desde una expresión de saludo a las palabras más
sentidas que pueda oír, desde la mirada insensible a la más cargada
de cariño, desde el pequeño detalle al acto más importante.
También el azul del cielo, y el sol resplandeciente, y
el fresco en la cara, y la alegría de vivir cuando la tengo, y las
ganas de sentirme vivo, y la vida misma: todo es un regalo por vivir.
No está bien recibir un regalo, aunque sólo sea uno, y no regalar
nada.
Buenas noches.
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