Hay quienes tenemos -yo, también- un
vicio muy lamentable. Si alguien, por ejemplo dice “blanco”,
enseguida salimos diciendo: “No. Blanco, no. Blanquísimo”. O si
quien habla dice “negro”, reaccionamos como si tuviéramos una
urgencia apostillando: “No, no. Negrísimo”. O si uno dice “qué
bueno es”, siempre hay quien tiene que matizar el juicio y soltar
que “No. Bueno, no. Buenísimo”. Muchas veces no se nos ha
ocurrido decir nada, pero en cuanto oímos que alguien ha dicho algo,
sentimos pronto la necesidad de quedar por encima, pero sin añadir
nada relevante. Lamentablemente, pocas veces dejamos pasar la
oportunidad de hacer el ridículo.
Buenas noches.
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