No lo educaron para la libertad, sino para obedecer y para que todos cumplieran órdenes, especialmente, las suyas.
Su criterio para vivir fue siempre el
miedo: a los padres, sobre todo, al padre, al maestro, al cura, al
castigo, a las autoridades, a los jefes, a dios, al futuro, a la
muerte, a la vida.
Nunca admitió otra manera de vivir.
Nunca entendió lo diferente ni quiso hacerlo. Nunca cambió. Nunca
salió de sí. Se convirtió en una máquina automática de repetir
consignas, comportamientos, prohibiciones y manías. Nunca ha sido
él. La vida con él siempre es molesta, frustrante, decadente,
desilusionante. Se come él solo el oxigeno del mundo. Es el
prototipo de los vivos muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes expresar aquí tu opinión.