miércoles, 5 de marzo de 2014

Buenas noches. Carnaval




Es tanta la costumbre que tienes de verte así, de hacer cada día lo que haces, que crees que realmente eres como apareces. Si un actor estuviera durante muchos años representando el mismo papel de la misma obra, probablemente muchas características del personaje que interpreta quedarían fijadas en su manera privada de ser y de actuar en la vida. El personaje se habría así incrustado en la persona.

Yo creo que es eso lo que nos pasa habitualmente a todos. Vivimos todos los días situaciones muy parecidas y en ellas, para sobrevivir de manera más o menos pacífica, repetimos los mismos actos, hacemos gestos similares, ocultamos lo que puede traernos problemas, evitamos determinadas reacciones y fomentamos lo que otros muchos consideran conveniente.

Hemos adoptado una serie de comportamientos que no son propios de nosotros mismos, sino del personaje que nos vemos obligados a representar en la vida cotidiana. Nuestro verdadero yo, ese ser más o menos desconocido que llevamos en nuestra mente, se ha acostumbrado a representar el papel más adecuado y ha quedado escondido en la rutina diaria. El disfraz que usamos cada día se ha confundido con el yo a fuerza de ir disfrazados.

Ahora, en los Carnavales, es cuando decimos que vamos a disfrazarnos, que por unas horas vamos a ser, por ejemplo, un pirata o un indio. A mí me parece que, en realidad, no vamos a actuar como si fuéramos un pirata o un indio. Lo que deberíamos intentar es vivir la oportunidad de prescindir del disfraz habitual y, con la excusa de aparentar ser otro, procurar ser por un día nosotros mismos. De hecho, ese es uno de los sentidos que ha tenido y tiene el Carnaval.

Se tienen noticias del Carnaval desde hace unos 5000 años. Se le ha relacionado, por ejemplo, con las Saturnales -fiestas en las que a veces los esclavos y los amos intercambiaban sus papeles-, con
las Bacanales -dedicadas al dios Baco y en la que inicialmente sólo participaban mujeres, aunque posteriormente se dio entrada a los hombres- o con las Lupercales -en las que unos sacerdotes, los amigos del lobo, casi desnudos, iban azotando con tiras de piel a quienes encontraban, para purificarlos. Se pensaba que así aumentaría la fertilidad de las mujeres. Más tarde, el cristianismo impuso un tiempo de cuaresma, en el que todo lo sensual o gozoso estaba prohibido, y el Carnaval servía como una despedida festiva de la vida habitual. Todo estaba permitido en los días de Carnaval y posiblemente de ahí venga la costumbre de ir con la cara tapada por una máscara.


En todo caso, si en Carnaval vas a cambiar tu aspecto habitual, yo en tu lugar aprovecharía para intentar ser tú mismo, aunque vayas vestido de pirata o de indio. Si no lo haces, corres el riego de que se te oxide ese yo que llevas dentro. Buenas noches.

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