Conozco a más de una persona con la
que no es que sobren las palabras, sino que hay veces en las que no
hacen demasiada falta. Nos vemos, sonreímos con unas ganas que nos
salen de muy adentro, nos abrazamos como si no lo hubiésemos hecho
nunca, nos damos unos besos de los de guardar, nos cogemos las manos
y no haría falta más para transmitirnos las mejores energías
positivas, la mayor disponibilidad mutua y todo el cariño que se
pueda tener entre dos personas. Luego, se habla, claro, pero en estos
casos las palabras no son más que el envoltorio que encierra el
verdadero regalo. Buenos días.
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