En esta gran obra de teatro que es el
mundo no hay papel que esté peor diseñado que el de los dioses, el
del dios de cada cual.
Los dioses crearon, según dicen, todo
este escenario en el que estamos, pero, vistos los resultados, parece
que lo hicieron de cualquier manera y como a la ligera. Algunos de
los seres creados, posiblemente en espera de alguna prebenda, dijeron
una vez que eran dioses buenos, y es verdad que, si creemos lo que
dicen los papeles, hubo una época en la que bajaban a este mundo
cruel y le cantaban las cuarenta o le cortaban de un tajo el cuello a
cualquier ladrón, asesino, cretino, lentejero o traficante de
maldades que se encontraban por allí. Pero llegó un momento en el
que parece que se cansaron y ahora permanecen impasibles ocurra lo
que ocurra, aparezca la maldad o no lo haga. Durante siglos, muchas
criaturas, incluso los representantes oficiales de estos dioses, han
maltratado a las mujeres, a los sabios, a los demócratas, a los
pobres y a los adversarios, pero sus divinidades lo han tolerado todo
sin rechistar.
Y es que los dioses, salvo algunas
escasas, aunque espectaculares, apariciones posteriores, se fueron
pronto de vacaciones y aún no han vuelto. Muchos humanos se han dado
cuenta de que esto de los dioses tenía aspecto de ser más bien una
gran estafa mundial y se han olvidado de ellos. Otros, más temerosos
y más dados a la creencia fácil que al laborioso saber, aún
albergan la esperanza de que aparezcan algún día, aunque tampoco dé
la impresión de que tengan claro para qué.
Lo peor de todo es que cada vez a más
personas les gusta esto de las vacaciones largas, del no hacer nada,
aunque se caiga el mundo a pedazos, de la insensibilidad profunda
mientras se esfuma la vida y el futuro. Ni se les ve ni se cuenta con
ellas para nada. Han copiado espléndidamente el modelo divino.
Buenas noches.
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