jueves, 5 de septiembre de 2013

Buenas noches. Ruidos y silencios





Hay mucho ruido a mi alrededor. Es ruido de gritos de desesperanzas, de desencantos, de protestas, de resentimientos, de desahogos, de desamores, de necesidades, de reivindicaciones, de lamentos, de cortinas de humo narcotizantes, de hartazgos, de odios, de estupideces y de cualesquiera otras consecuencias de la falta de racionalidad y de humanidad.

Pero en medio de este ruido ensordecedor y con una chocante precisión, noto también silencios, silencios clamorosos, llenos de vacío, como bolsas de nada en medio de toda esta podredumbre cansina y perenne. Son el silencio de la verdad, destrozada a dentelladas y oculta en algún lugar inaccesible; el silencio de los que podrían ofrecer alternativas, tan necesitadas, tan ausentes; el silencio de los que podrían consolar a los que sufren una situación que no han previsto y para la que no tienen medios de subsistencia; el silencio de los ricos, de los poderosos, de los que ponen el dinero por encima de la vida; el silencio de los sabios, si es que los hay, que posiblemente estén hundidos ante la apisonadora del dinero; el silencio de la justicia y de la igualdad, de vacaciones desde no se sabe cuándo; el silencio de la educación y de la cultura, víctimas profundas de una sociedad gobernada por ignorantes interesados; el silencio de la ética, tan pisoteada, tan ridiculizada.

Sólo oigo sonidos agradables en el ámbito privado, en mi casa y entre los amigos y amigas que adornan mi vida con lujos impagables. Ahí siento el privilegio de poder gozar de un trato humano, cariñoso, reconfortante, amoroso, placentero, alegre, generoso y con ansias de eternidad. Pero cuando miro por la ventana, la sonrisa se me vuelve agria y una bola de dolor se me instala en la garganta. Buenas noches.

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