Nada invita a concentrarse, a reflexionar, a racionalizar la vida.
Todo es improvisación, velocidad, movimiento, apetitos.
Hubo un mundo en el que se valoraba sobre todo la prudencia, descifrar si se respetaba todo y a todos, ser capaz de anticipar las consecuencias de nuestros actos, procurar no empeorar las situaciones.
Eran personas que intentaban formarse como seres humanos, e incluían la prudencia entre sus valores básicos.
Hoy esto está fuera del mundo.
Más que formación, se pretende insertar recetas en la mente de los niños, para que reproduzcan sin rechistar un esquema basado en la ignorancia y en el odio.
Que no piensen.
Que no tengan sentido crítico.
Que no admitan al diferente.
La prudencia... ¿eso qué es?
Lo único que existe es el dinero.
Buenos días.