Estupenda
ocasión la que nos brinda la psicosis social generada por el
coronavirus para que padres, profesores, curas diversos, yutúberes,
usuarios frecuentes de Twitter, generadores de opinión y educadores
en general recuerden que tienen que explicar bien a los hijos,
alumnos y a todo el que se ponga por delante lo indispensable que es,
no solo ahora, sino en todo momento, que:
Al
toser hay que taparse la boca con un pañuelo o con la cara interna
del codo, pero nunca con la mano, porque eso es una magnífica
manera de transmitir enfermedades.
No
se puede escupir ni en el suelo ni en ningún otro lugar (¡lo que
he llegado a tener que ver!), salvo en el inodoro o en un pañuelo
de papel.
No
se puede gritar, especialmente en sitios públicos. Con el grito
salen por la boca partículas de saliva cargadas de todo lo malo que
encuentren dentro del gritón. (Aparte de la ordinariez, la
horterada y la molestia que suponen).
No
hay que sentarse en el suelo. El suelo es un cúmulo de inmundicias
y un lugar en el que se puede coger de todo. Hay que tener más
sensibilidad ante la suciedad.
Hay,
en definitiva, que hacer ver que en un mundo civilizado poblado por
seres humanos evolucionados, uno de los primeros objetivos debe ser
el de cuidar la higiene personal y social. (Por si acaso, esto de la
higiene social quiere decir que los actos de una persona pueden
tener consecuencias en la higiene de las demás personas. Diga lo
que diga el neoliberalismo embrutecedor en el que sobrevivimos, en
la sociedad no se puede hacer cualquier cosa).
No
veo que en televisión ni en los medios de comunicación se insista
en nada de esto.
Y
a los encargados de los servicios públicos hay que exigirles que:
Desinfecten
los vehículos de transporte público todos los días, no solo ahora
que no tienen otro remedio. El ciudadano no tiene por qué
encontrarse lo que se encuentra en los asientos ni en el suelo de
tales vehículos.
En
los bares, restaurantes y demás lugares de comida, las tapas y los
platos deben estar cubiertos y no expuestos a la altura de alguien
que estornude o de la boca de cualquier gritón que eche en ellos
sus miasmas.
En
estos mismos lugares habría que tomarse en serio los carnés de
manipuladores de alimentos. Lo que dicen al respecto algunos
hosteleros es para echarse a temblar, y lo que se ve es para no
volver: camareros de lugares de distinto nivel económico y social
que se rascan olímpicamente la cabeza antes de poner en el plato
con las mismas manos una rebanada de pan con un trozo de lo que sea
encima, pretendiendo que te lo comas, o vendedoras de pan (junto a
casa tengo una) que toma el pan, el dinero y la vuelta con la misma
mano y con las mismas manchas en el uniforme que el día anterior,
etc.).
Activen
las inspecciones. No sé si es que no hay inspectores o que están
siempre de vacaciones, pero lo anterior lo vengo viendo desde hace
mucho tiempo, y no estoy dispuesto a estar todos los días
denunciando lo que todo el mundo ve.
Por
lo demás, esto es solo una gripe. Los grupos de riesgo deben
protegerse mucho, y los demás, también, pero sin caer en una
situación que no nos deje vivir. Esta mañana fui a un supermercado
a comprar yogures, y a otro, a por hinojo (me dio por ahí). Ambos
estaban llenos de gente comprando de todo, preocupados por una
posible cuarentena y dejándose allí alegremente los cuartos ante el
alborozo de los empresarios. Esperemos que se lo coman todo.