Usamos la imaginación, cuando tenemos
miedo o cuando estamos demasiado cansados, para aventurar las peores
alternativas posibles a lo que desconocemos. Y también para suponer
situaciones idílicas cuando deseamos huir de nuestra situación
concreta. Nos llegamos a imaginar que amamos cuando, en realidad, no
amamos; o que nos aman cuando, en verdad, nadie lo hace; o que
hacemos algo magnífico cuando a nadie se le ocurriría catalogarlo
así. Creo que le ponemos a la vida demasiada imaginación y poca
realidad constructiva.
Buenas noches