Decía Aristóteles que una persona
prudente es aquella que es capaz de pensar y decidir de manera
conveniente sobre lo que puede ser, en general, bueno para ella y
contribuir a su buen desarrollo y a su felicidad.
Aunque no nacemos
siendo prudentes, sino que logramos serlo trabajosamente, aprendiendo
de nuestras experiencias o preguntando a las personas prudentes que
conozcamos, la prudencia fue siempre bien valorada por quienes
querían vivir bien y sensatamente.
Hoy, sin embargo, observo que
esto no es muy frecuente y que el lugar de la prudencia está siendo
ocupado cada vez más por esa consigna neoliberal, deshumanizadora y
selvática que dice: 'Yo hago lo que me da la gana y ya está'.
Buenas noches.