Nada más ajeno a la poesía que la
velocidad. Ni el poeta puede crear con la rapidez con la que vivimos
en este mundo ni el lector puede captar la poesía si las prisas son
las que condicionan su relación con el poema.
Leer poesía en público es interpretar
el dificilísimo papel de intermediario entre el texto que el poeta
ha querido escribir y la persona que recibe ese texto y siente el
deseo de adentrarse en él. La resultante de ese cruce de caminos
debe ser, creo yo, la actuación del lector con un ritmo que mire,
sobre todo, al oyente, que tenga siempre presente el deseo de éste
de entender el poema que está sonando en sus oídos, que sea capaz
de crear el clima que requiere el poema y que muestre un sentido del
silencio que permita resaltar el valor de las palabras. El lector, a
fuerza de saborear las palabras, debe mostrar al oyente que eso es
realmente posible.
Te dejo hoy un poema de Ángel Guinda,
de su libro (Rigor Vitae).
El secuestro
La vida es un secuestro.
(Desconfía de un final feliz.No hay rescate posible.)
La soledad se condensa.
Cada vez menos luz.
Todo acaba siendo páramocubierto de absurdo rocío negro.
)Mucho miedo y ninguna esperanza(
¡Nunca hemos visto al Secuestrador!
Que tengas un buen día.