No me gusta andar. No me importa ir a
donde sea, aunque quede lejos, pero andar por andar me fastidia.
Entiendo que es muy saludable y que hay que hacerlo, pero no me puedo
quitar de la cabeza la sensación de estar dejando de hacer otra cosa
para estar andando.
Hoy ha sido muy duro. No tenía
absolutamente ninguna gana de andar. Lloviznaba, hacía algo de frío,
pero como iba como una bala, sudaba. Un desastre.
De pronto, recordé lo que no debí
haber olvidado: que hay que sacarle vida a cada día, porque cada día
es irrepetible y no se puede desperdiciar así como así. De manera
que me fijé en las ventajas que trae andar para adelgazar, para el
corazón y para estar cachas (aquí me pasé, pero da igual, no vamos
a ser demasiado estrictos) y me propuse buscar detalles de belleza
por donde pasaba. El cielo estaba indeciso, con nubes de varias
clases y de diferentes colores. Eso me gustó. Había flores con
gotas de agua en sus pétalos y plantas que estaban en su momento.
Eso también me gustó. No vi a ninguna persona que me trasmitiera
algo de belleza, y eso no me gustó, pero tampoco era cuestión de
que hubiera suerte siempre. Iba más rápido que otros días sin
acusar cansancio. Eso también me gustó. Al final, hice 6 km cuando
pensaba hacer menos y eso, al final, me gustó.
Volví pensando que hay que hacer lo
que hay que hacer, pero buscando siempre el lado agradable, el
aspecto reconfortante, el detalle alegre, aunque sea pequeño. A ver
si no se me olvida.
Buenas tardes.
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