Hay artistas que para hacer más
sugerente su obra suprimen información que podrían dar, con lo que
sitúan el fruto de su creación en un escondido e inaccesible rincón
de su propia mente o en el interior de su portafolios. Otros, en
cambio, parece que facilitan el acceso a su obra, invitan a entrar en
ella y, sin perder su capacidad de evocación y de provocación, se
sitúan cerca del lector o del espectador para lograr la comunicación
con él. Suelen ser más inteligentes los segundos.
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