Hay realidades que viven plácidamente
su transcurso temporal sin que nadie lo advierta, hasta que aparece
la luz. La luz convierte todo aquello sobre lo que indice en
fenómeno, en apariencia, y nos permite descubrir lo que antes estaba
oculto, con sus dosis de belleza y de decrepitud, con su pasado
evolucionado hacia un presente y anunciando siempre un futuro
incierto. La luz nos hace ver el mundo con una buena dosis de
realismo, pero también con un toque de calidez que ningún otro
elemento puede suministrar. Eurico Lino Do Vale abre las
puertas del Palacio da Rosa, en Lisboa, del siglo XVIII, hoy
propiedad del Ayuntamiento de Lisboa, para que entre la luz y capta
con su cámara la visión que la luz nos regala: un edificio lujoso
tal como se encuentra tres siglos después de su reconstrucción tras
el terremoto de Lisboa y cinco desde que fuera diseñado.
Con las puertas abiertas a la luz
aparece la belleza. Claro que hay bellezas primaverales, dotadas de
formas tersas, frescas, lozanas y con toda la vida por construir. Y
hay también bellezas otoñales, bien distintas de las anteriores.
Aquí las formas han pasado ya por los designios irremediables e
inevitables del tiempo y han dejado de ser lo que antes eran, pero,
sin embargo, han adquirido con su transcurrir un poso de elegancia,
un añadido sentimental y una cadencia propia del que sabe que cada
momento es único y que hay que vivirlo con la calma y el sosiego que
exige todo lo efímero. Lo que nos muestra el fotógrafo en la
exposición es un ejemplo de belleza otoñal, del lujo, el diseño,
la pintura y la arquitectura que han sido tamizados todos ellos por
tres siglos de existencia.
Dice Kandinsky que la alegría de la
vida reside en el triunfo irresistible y constante de lo nuevo.
Ciertamente las ruinas de un palacio tienen poco que ver con lo nuevo
y por eso la atmósfera que se respira en estas piezas es triste.
Pero el arte de la fotografía está, entre otras cosas, en que puede
dignificar la realidad captada, dotándola de nuevos valores que
antes, en la visión directa, no aparecían. Es posible que el
espectador obtenga de la contemplación de estas fotografías una
mezcla de sosiego, de nostalgia del esplendor que se adivina, pero
también del mantenimiento de lo bello. Es verdad que el tiempo
triunfa siempre, pero hasta que logre su victoria final hay todavía
mucho que ver.
La exposición, titulada Levantamiento
Fotográfico do Palacio da Rosa, Lisboa, puede verse en la
galería Oliva Arauna, en la calle Barquillo, 29, en Madrid,
hasta el 21 de julio de 2012.
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