Otra tarde en la Feria del Libro
de Madrid. Fue hace unos días. Tengo un montón de cosas entre
manos, pero hay días en los que desde el más profundo centro de tu
ser te sale un deseo, acompañado de un convencimiento irrenunciable,
de que debes dejar tus asuntos en la bandeja que dice “Para mañana”
y obrar en consecuencia. Tras lo cual me encaminé al Retiro a ver en
un día de diario lo que en un día de fiesta es más difícil de
ver: libros de cerca, para hojearlos y para cogerlos o para dejarlos.
La tarde era perfecta. No hacía mucho
Sol y la amenaza de lluvia -siempre hay amenaza de lluvia en la Feria
del Libro- no parecía que fuera a hacerse realidad, así que me
encaminé al recinto con ganas de disfrutar.
Lo primero que vi fue a la exalcaldesa,
esposa del expresidente, con dos niños pequeños de la mano,
paseando por el centro de la calle. Me pareció una de esas personas
que va a la Feria del Libro sin ningún ánimo de ver libros, sino
simplemente a echar el rato, quizá a decir que ha estado en la Feria
del Libro, a ocupar sitio o vete a saber a qué. Hay visitantes
curiosos en la Feria. Los que peor me sientan son los que van con
perros, especialmente los que acuden con perros pequeños. Los
grandes yo creo que, en medio del gentío, pasan un calor tremendo.
¡Pobrecitos! -exclamó un paseante al ver a un señor que llevaba
muy despacio a dos perros enormes. Lo de los perros pequeños tiene
más delito. Llevar por allí abajo a un animal de no más de treinta
o cuarenta centímetros de altura, en un lugar lleno de gente, en
donde muy pocos andan mirando hacia adelante, sino a la derecha o a
la izquierda, que es en donde están las casetas, los libros y los
autores, es una experiencia que deberían vivir en sus propias carnes
los dueños de los perros. Más de un susto involuntario se ha
llevado por mi parte algún pobre perrillo con el que me he tropezado
andando por allí.
El objetivo principal era ver con calma
las casetas, las novedades o lo que editoriales menos conocidas
expusieran en sus mostradores. El segundo era encontrar Examen
de ingenios, el último libro publicado por José M.
Caballero Bonald, en la editorial Seix Barral.
Pronto me dijeron que estaba agotado y que al día siguiente lo
traerían. Me fastidiaba este asunto, así como que no me lo pudiera
llevar firmado por el escritor jerezano, pero, según lo vi no hace
mucho en un restaurante de Madrid, de larga historia, no creo que el
maestro esté para estas faenas. Preguntaba por él en las librerías
que iban apareciendo, pero el resultado era el mismo, hasta que
cuando ya me volvía para casa, al pasar por una caseta en donde
había visto a una librera que no era oficialmente guapa, pero que a
mí me lo parecía, hice el último intento. Tenía, no uno, sino dos
ejemplares, allí arriba, mezclados con otros de la misma editorial.
Me dio mucha alegría el hallazgo y me fui con él como quien ha
encontrado un tesoro.
Realmente el libro del Caballero
Bonald es un tesoro. No recuerdo quién dijo que escribir bien
era saber poner los calificativos adecuados. Eso me parece
importante, pero es que este hombre pone bien los calificativos, los
sustantivos, los verbos y hasta las preposiciones. En este libro hace
unos breves retratos de escritores y artistas que ha conocido, desde
Azorín hasta Juan Gelman, pasando por cualquier
intelectual que se te pueda ocurrir. Por lo que he leído, el libro
es una gozada.
Antes encontré un librito de
Byung-Chul Han, un coreano que estudió filosofía en
Friburgo, titulado La sociedad del cansancio, publicado
por Herder. Intuyo que puede ser muy interesante, porque, si
lo miramos bien, la mayoría de las 'patologías' mentales que
padecemos hoy tienen que ver con el cansancio.
Y encontré también a Carlos
Augusto Casas, a quien me había presentado unos días antes
Mariaje López, la autora de Beatricia,
cuando coincidimos en la presentación del libro de Salvador
Robles Miras, El delantero centro se niega a jugar.
Carlos tenía allí su último libro, titulado Ya no
quedan junglas adonde regresar, publicado por MAR
Editor, con el que ha ganado el VI Premio Wilkie
Collins de Novela Negra. Según me puso en la dedicatoria, es un
libro de amor y de venganza y me parece que puede dar mucho de sí.
Hoy he vuelto a la Feria. Sabía que mi
amiga Rosa Sánchez firmaba su libro ¿Por qué ahora?,
de la Editorial Atlantis, y no quería perder la oportunidad
de que me lo dedicara, cosa que hizo. Me parece un libro intrigante y
que probablemente se lea de un par de sentadas. Quedó constancia
fotográfica del encuentro.
Lo de los autores firmantes ha sido hoy
un tanto peculiar. Vi el anuncio de que alguno famoso firmaba
ejemplares, a la vez, en dos casetas distintas, aunque no estaba en
ninguna de ellas. Otros, bastantes, si estaban anunciados a las 11, a
las doce menos cuarto aún no habían aparecido. No sé si es que,
más que una noche en blanco, habrían tenido una noche blanca. No me
hizo mucha gracia esa desconsideración con el visitante. Allá
ellos.
Iba hoy también a por el catálogo de
PhotoEspaña, la gran exposición fotográfica que irá
apareciendo poco a poco y cuya visita conviene preparar.
Y, por último, me hice con Tierra
de Campos, lo último de David Trueba, que, como
siempre, habla de la vida profunda del ser humano. Sospecho que me
llevará más de una sentada. Está publicado por Anagrama.
A la vuelta, buscando sombras y
siguiendo mi poco recomendable sentido de la orientación, me perdí
y aparecí en un lugar no lejano, pero insospechado. Como tengo que
andar, que la vida no sólo va a ser escribir y leer, no me vino mal
la pérdida.