No existe la belleza. Una única idea
de belleza universal y definitiva no existe. En este mundo
postmoderno, tan complejo, tan cambiante, tan contradictorio, tan
rápido en su evolución ni siquiera existe una idea de belleza
transitoria, válida para una época. A lo sumo, restos de maneras pasadas de ver la vida.
La belleza no está ahí fuera. La
belleza la llevas tú dentro de ti en tu cuerpo, en tu mente, en tu
vida. Tú eres quien tienes que ir construyendo toda tu existencia
con lo que tú entiendas por belleza o, si lo prefieres, sin ella, como tú quieras. Tu
vida, tus ideas, tu cuerpo, tus gestos, tu carácter me gustarán a
mí o no, pero que no me gusten a mí no quiere decir que no haya
belleza en ti. Esto es muy importante que lo tengas muy claro. Nadie,
salvo tú y quien tú quieras, tiene por qué juzgar tu belleza. Y
hay belleza en la gordura y en la delgadez, en lo mucho y en lo poco,
en lo grande y en lo pequeño.
Esta sociedad machista le endosa a la
mujer la supuesta obligación de estar siempre bella, con una idea
rancia y vacía de belleza, pero tú, mujer, no debes hacerle caso a quienes
esperen eso de ti. Vale más que estés sana, que seas amable, que
seas humana. Tus curvas, tus pechos, tus piernas, tu culo, tu vientre
te deben gustar ante todo a ti, tienen que ser bellos para ti. Y si a
los demás no nos gustan, peor para nosotros. Tampoco nosotros nos
preocupamos de tener la sensibilidad suficiente para ver las
distintas bellezas que habitan en los distintos cuerpos. Eres tú
quien debe estar contenta con tu cuerpo, pero no para nadie, sino
para ti. Y, sobre todo, no te olvides de que la belleza que no se va
a gastar, la que va a conquistar a quien te conozca, la que te va a
proporcionar la felicidad es la de tu mente, no tanto la de tu
cuerpo. Buenas noches, bella. Buenas noches, bello.
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