La madre Naturaleza, en su infinita
sabiduría y siendo plenamente consciente de que el objetivo
primordial de su quehacer era la felicidad de cada uno de los seres
humanos, diseñó un mundo en evolución. En él, las orejas de todos
los individuos se fueron adaptando a los auriculares de todos los
aparatos sonantes, los dedos se fueron amoldando a las teclas del
teléfono móvil, la piel fue aceptando cada vez más tatuajes y
piercings hasta que ya no parecía piel, se inventó el borde del
asiento de enfrente, en el autobús o en el tren, para que se
pudieran poner en él las suelas de los zapatos e ir así más
cómodos, la televisión nos permitió ver lo que había lejos, sin
necesidad de pararse a ver lo que había cerca, la ética fue
perdiendo posiciones para que no hubiera que cumplir sus normas y
algunos estuvieran seguros de que así se realizaban, el trabajo de
unos se fue considerando paulatinamente como el mecanismo idóneo
para que otros obtuvieran beneficios, se comprendió que el sentido
de los árboles era que fueran talados y que el de las flores fuera
pisarlas para que algunos humanos se sintieran superiores, los
animales fueron puestos a disposición del gozo y la distracción de
quien quisiera hacerlo, se creó la velocidad para ir con más
rapidez hasta el fin, los sonidos fueron dando lugar a los ruidos, la
política fue dejando paso a la economía, los valores cayeron ante
el dinero y se originaron las privatizaciones para que unos pocos
listos se pudieran hacer ricos con relativa facilidad. A veces
parecía que la Naturaleza fuese divina. Buenas noches.
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