Tal día como hoy de 1979 murió Juana de Ibarbourou, autora Las lenguas de diamante.
Tienes más información aquí de la autora y de la obra.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
De nuevo oigo a un periodista decir que las elecciones no son un asunto racional, sino emocional. No sé qué argumentos hay detrás de esta teoría que justifiquen su veracidad. Tampoco sé si lo que quieren decir con ella es que un ciudadano no elige a quien le ofrece un futuro mejor, sino... ¿a quien le caiga mejor, aunque le ofrezca menos prestaciones? ¿a quien crea que habla con más seguridad, aunque diga más mentiras? ¿a quien más le ayude a dar rienda suelta a sus bajas pasiones, como, por ejemplo, el machismo, la misoginia, la codicia, el racismo o la xenofobia, por no hablar del odio al diferente? Habrá algunos ciudadanos a quienes les convenga que ganen los que pondrán las leyes a su servicio, y así incrementar sus negocios, pero esto no es nada emocional, sino profundamente racional. Quizás vayan buscando emocionar a quienes no van a salir ganando, sino todo lo contrario, porque terminarán con menos derechos y menos ingresos, pero ¿más contentos? Si es así, no hay más remedio que pensar que terminarán siendo también más racionalmente engañados.
¿Habrá una buena cantidad de ciudadanos que caiga en estas redes emocionales porque no sean capaces de darse cuenta de que les están manipulando a través de una lluvia de mentiras? ¿Será este el nivel de cultura que ha alcanzado el país? ¿Con qué medios se puede contrarrestar estos intentos de engatusar a cuantos más mejor?
En mi opinión, por una parte, hay que tener en cuenta que la razón y las emociones no funcionan de manera separada, sino conjunta, puesto que se influyen mutuamente; por otra parte, si lo que se busca es que prevalezcan las emociones, entonces posiblemente la razón deberá estar al servicio de ellas, y en este caso valdrá todo lo que sea eficaz, aunque sean mentiras. Solo se le pedirá a la razón que se adueñe de las emociones de los votantes: si eso es bueno o malo, o si lo que se dice es verdadero o falso, carecerá de importancia.
En la próxima entrega veremos algunos de los procedimientos más utilizados en la actualidad para influir en los votantes.
Tal día como hoy de 1817 murió Madame de Staël, autora de Diez años de destierro.
Tienes más información aquí de la autora.
Ayer fue un día raro: a ratos, difícil, y, a ratos, pesado. No sé si sería la luna, con su influjo, o el sol, con su calor. Era, además, el día del debate, que resultó ser el día del modelo de conversación al uso, el día del cansancio frustrante de lo mal hecho, el día que se vio con mucha claridad una situación en la que, si no lo remediamos antes, nos van a obligar a mirar para atrás, a ser cultos a escondidas y a morirnos antes porque no habrá servicios sanitarios accesibles.
Me pasé la tarde trabajando en el ordenador. A media tarde se me ocurrió tomarme la tensión. Estaba bien, como era de esperar, pero, en mitad del proceso, el ordenador decidió ponerse en negro. No sé si se cansó de funcionar o fue un intento de evitarme la paliza de tragarme el debate. El caso es que se fue a dormir y tuve que recurrir a una matraca antigua, perdón, obsoleta, con el que me tengo que manejar.
Hoy tengo, como primer objetivo, recuperarme de la cantidad de mentiras concentradas en un par de horas nunca vista antes, del ruido cansino e indescifrable originado ante dos pasmarotes, que habrán cobrado por su imaginaria labor de moderación. Fueron los dos un modelo de lo que las derechas ultras quieren de los ciudadanos: que traguen todo lo que se les ponga por delante. Triunfó la estrategia de las derechas (ayer eran dos derechas muy parecidas con una sola cara visible): crear una maraña tupida de mentiras eficaces ante una masa de partidarios, de la que era muy difícil salir desmontándolas una a una. Hoy observo que casi todos se fijan en la estrategia, sin tener en cuenta los contenidos. Y lo que vamos a sufrir los ciudadanos son las consecuencias de los contenidos. Como no nos cuidemos, el “vale todo” se va a apoderar de nuestras mentes y de nuestras conductas.
Vienen tiempos de sufrimiento y de solidaridad.