No son los otros.
Son como nosotros.
Son otros nosotros.
Podríamos ser tú o yo.
No queremos pensar que somos tú o yo, o alguien como tú o alguien como yo, los que tienen la desgraciada suerte de malvivir en cualquier sitio, seco o húmedo, caliente o frío, sin comer y sin dormir.
Europa, nuestra Europa, los expulsa o no los deja entrar.
Como si fueran otros. Como si no fueran humanos.
Así se deshumaniza Europa.
Así pierde su dignidad.
Así instaura la capitalista Europa el imperio de las desigualdades.
Europa mata y deja morir, que seguramente es peor que matar.
Y uno piensa en dónde comer, y en el estrés, y en el estado del bienestar y en que me duele aquí.
Y ve por la calle a seres humanos inconscientes, carne insensata, individuos sin socializar.
Y no vemos a los otros, que son como uno, que están en ese más allá trágico, en esa nada sin nada, en ese presente sin futuro, en ese sufrimiento sin pausa.
Son refugiados sin refugio.
Nosotros nos refugiamos cerrando los ojos para no ver.
Quizás, para no llorar.
Quizá no sean refugiados, sino refugados, rehuidos, revividos cada día.
No sé si lo soportaríamos.
Palabras que me inspiran las palabras de mi amiga Carmen Arche.