La prudencia es el valor más
importante que hay que poner en práctica cuando queremos tomar una
decisión en la vida cotidiana. La prudencia es una gran fuente de
calidad humana y de seguridad, entre otras ventajas vitales.
Ser prudente es saber elegir lo más
razonable después de haber analizado suficientemente la cuestión de
que se trate y de haber previsto las consecuencias que podrían tener
las diversas opciones posibles.
La madurez humana pasa ineludiblemente
por el ejercicio de la prudencia. El gran problema está en que no
nacemos siendo prudentes, ni mucho menos. Tenemos que aprender a ser
prudentes y eso sólo es posible conseguirlo de dos maneras. Una,
estando muy atentos a nuestra propia experiencia para analizarla
racionalmente y poder descubrir en ella los rasgos de la prudencia.
Otra, preguntándole a las personas prudentes, a quienes han sabido
alcanzar un grado de madurez suficiente como para indicarnos la mejor
opción y para darnos los argumentos que justifiquen su opinión.
La prudencia es la base de una vida
personal madura y de una vida social sana. Quizá la escasez de
prudencia contribuya a explicar por qué en estos momentos estamos
como estamos.
Buenas noches.
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