martes, 2 de diciembre de 2014

Buenas noches. En mala hora




Te acostumbraron desde que naciste a creer que había milagros, que las situaciones difíciles te las arreglaban desde arriba. Sólo tenías que pedirlo mucho y hacerlo con convicción, pero sin que fueras tú quien cargaras ni con el peso de la situación ni con su arreglo. Un día te diste cuenta de que estos negocios eran una farsa, aunque tuvieran la enorme ventaja de que te tranquilizaban, de que te sumían en un estado secundario, en el que lo que sólo había que hacer era pedir, rezar, suplicar y esperar. Cuando un día descubres que estas solo, que nadie te va a arreglar tus problemas por mucho que lo pidas, cuando te das cuenta de que la vida es más cosa del conocimiento que de la fe, entonces el mundo y la vida se te caen encima y te convences de que tienes que remangarte y ponerte a trabajar si quieres conseguir algo; que si enfermas, es cuestión de que los médicos se pongan a curarte y que de poco vale que tú reces; que si tienes un problema con alguna persona, lo tienes que solucionar tú y que nadie desde no sé qué escondido lugar te va a echar una mano. Descubres que las creencias producen gente inmadura, débil, dependiente y de argumentos extraños. Si quieres crecer, tienes que ser tú, con tu trabajo y con tu sufrimiento, quien crezcas. Antes, cuando estabas nervioso o angustiado, ibas a la iglesia con la esperanza de salir de allí reconfortado, igual de inmaduro, pero más tranquilo. Ahora hemos aprendido que los médicos, la química y el deporte son capaces de hacer que tomes conciencia de tu situación y de que seas tú quien salga adelante. ¿Por qué nos acostumbraron desde pequeños a eso tan cómodo de los milagros para que luego se quedara en nada? En qué mala hora lo hicieron.

Buenas noches.

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