La grandeza de las personas se ve en
esos momentos en los que pueden estar pasándoselo mal. Cuando las
cosas se tuercen y la fortuna se da la vuelta, uno tiende a sentirse
enfadado con la vida y, especialmente, con quien cree que es el
responsable de la adversidad. Es entonces cuando aparecen las almas
grandes, las que, lejos de echarte en cara nada o de mostrarte su
enfado, te tratan con delicadeza, con cariño y con una elegancia
exquisita. En esas ocasiones descubres tú que la vida no tiene nada
que ver ni con el dinero, ni con las mezquinas opiniones de gente sin
alma, ni con la mayoría de los éxitos o de los fracasos con los que
nos entretenemos, sino con ese soplo misterioso que de vez en cuando
recibes en tu rostro, fresco como el rocío y perfumado como si
procediera del mejor jardín, que te habla de lo siempre nuevo, de lo
que engrandece a quien lo vive, de lo que te da alegría, de lo que
te provoca el abrazo, de lo que sabes que es tuyo no porque lo
poseas, sino porque te entregas a ello.
Hay que racionalizar la vida y hay que
planificarla para que nos resulte lo más satisfactoria que sea
posible, pero sin olvidar nunca, nunca, que la vida es un misterio,
un volcán del que emanan los peores males, pero también lo mejor,
lo más bello que nunca nadie puede imaginar. Buenas noches.
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