Me decía no hace mucho aquí mi amiga
María Dolores que cada vez se le tiene más miedo a la cultura del
tacto. Creo que en bastantes casos es así. No siempre estamos
dispuestos a aceptar con naturalidad que nos toquen voluntariamente,
que nos tomen la mano, que nos la pongan en el hombro, que nos
agarren del brazo para caminar, que nos besen. Mucho menos que nos
acaricien la mejilla o que nos den un abrazo. Y, sin embargo, el
tacto -sentido que se localiza en la piel de los humanos- es
imprescindible para vivir, mucho más importante que todos los demás
sentidos. A través del 'tacto' nos ponemos en 'contacto' con las
demás personas y, en general, con todos los seres de la naturaleza.
Me da la impresión que el tacto en
muchas ocasiones no se pone en práctica, precisamente por el miedo
al contacto físico, cosa que puede que sea consecuencia de un cierto
miedo al contacto humano. Es posible que la cercanía de algunas
personas incomode a otras y traten de evitar esa situación rehuyendo
el contacto físico. Quizás ciertas experiencias negativas o ciertos
prejuicios colaboren también a alejarse del tacto y del contacto.
Las religiones, una vez más, se han encargado de fomentar todos
estos prejuicios negativos.
A mí me parece que habría que hacer
el esfuerzo por limpiarnos la mente de prejuicios y por convencernos
de que la vida es básicamente un conjunto de relaciones. Somos la
consecuencia de un sistema de relaciones con todo lo que nos rodea y
esas relaciones, en muchas ocasiones, se materializan, se profundizan
y se incrementan con el contacto físico. No creo que, en principio,
deba haber nada malo en besar, abrazar o tocar a una persona.
Eliminar de la vida estas experiencias es renunciar a sentir el
cariño, la cercanía o la amistad de una manera clara y potente.
Huir del contacto físico es vivir peor.
Da gusto cuando te encuentras a
personas que no solo no rehuyen el contacto, sino que lo practican
con una naturalidad digna de valorarse. Por poner un ejemplo, diré
que no hace mucho me dieron uno de los besos más sinceros y
espectaculares que yo recuerde. Estaba yo en la barra de un bar muy
concurrido en el que conozco a su encargada, una mujer vital,
expresiva, trabajadora y cariñosa como ella sola. Tenía un trabajo
enorme yendo de un lado para otro cargada de platos y bandejas.
Cuando me vio y pasó por mi lado, iba a gran velocidad con ambas
manos ocupadas. A mí cada uno me llama como le da la gana y hace
bien. Ella me llama Manu. Al llegar a donde yo estaba, me dijo 'Hola,
Manu'. Podría haber bastado eso como saludo, pero me soltó un
besazo enorme en la manga de la camisa, porque su tiempo no le daba
para más, el espacio era escaso, su estatura es baja y sus ganas de
cercanía y de expresar sus sentimientos le impulsaron a hacer lo que
en esos momentos podía. Me llegó muy adentro ese beso.
Está claro que tu vida es cosa tuya y
tu forma de relacionarte también. A mí me gustaría saber tu
opinión sobre este asunto porque en él está en juego nuestra forma
de vida. Buenas noches.
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