Estoy enamorado. Sé que estoy
enamorado de ella. Pienso a cada momento en ella y lo hago con una
sonrisa instalada en el corazón. Tiene el cuerpo soñado en todas
mis fantasías. Su voz no me parece de este mundo. Sus manos rebosan
dulzura. Su boca sonríe como nadie ha sonreído jamás. Su mirada me
atraviesa y me secuestra y me desarma. Ella me puede y yo me dejo
vencer como si con ello la ganara. No pienso en mí, sino en ella. No
vivo yo, sino que ella vive en mí.
La quiero. La quiero y la quiero
querer. Lo que me planteo es cómo quererla. Sé que esto que me pasa
ahora, este desbordamiento que sufro en todo mi ser, se atemperará y
pasará a ser una emoción continua y contenida que me volverá a
dejar vivir, pero entonces quiero saber qué hacer para no perderla,
para seguir queriéndola, para no decepcionarla.
Sólo conozco dos maneras de quererla.
Una, la manera tradicional, la forma machista de siempre, tenerla a
mi servicio, procurar que me obedezca, que me dé placer, que ponga
su vida a mi disposición y que viva para mí, pero eso no me parece
una manera digna ni humana de tratarla ni de quererla.
La otra me exige pensar mucho. Primero,
tengo que saber lo que ella aspira a ser en la vida, qué entiende
por vivir y cómo le gustaría vivir su propia vida. Entiendo que
quererla es ayudarla a conseguir esa meta, servirle de apoyo y de
impulso para que logre ser ella misma. Tengo que aprender a ponerme
en su lugar para saber lo que puede necesitar en cada momento y
procurar adelantarme, si es posible. Lo que hagamos y vivamos en
común tiene que ser común de verdad. No es que vayamos a
explotarnos el uno al otro, pero es bueno que estemos atentos a
repartirnos bien las tareas. Debo aprender también a cuidarla, para
lo cual tengo que tener en la mente sus gustos, sus deseos, qué es
lo que le hace descansar, que es lo que le relaja y lo que le motiva.
Sé que es difícil, pero tengo que ver la manera de enamorarla cada
día, de que cada día pueda sonreír, de que pueda estar a gusto en
la vida. Es importante que se sienta libre, que no vea nuestra
relación como una atadura, sino como algo agradable y que le invita
a vivir. Si no se siente libre, no creo que esté a gusto ni que
pueda quererme a mí. No quiero que se sienta nunca sola. No quiero
decir que vaya a estar yo siempre con ella, a todas horas, sino que
no deje de sentirse atendida, querida, acompañada. Sé que mi amor
por ella lo voy a poder medir por su alegría. Si se siente querida,
estará alegre. Si no es así, es que algo estaré o estaremos
haciendo mal. Todo esto no es sencillo, pero merece la pena que me
embarque en esta aventura, porque su vida me importa, porque quiero
verla feliz y porque su vida ahora es más importante que la mía.
Sea como sea la manera de quererla,
tengo claro que una cosa es la emoción del enamoramiento, el
sentimiento que produce el amor, y otra muy distinta, la construcción
práctica del amor, la realización concreta y diaria del amor. Esto
último es muy racional, hay que pensarlo mucho y hay que
planteárselo y resolverlo muy bien. Tengo la impresión de que si me
dejo llevar sólo por la emoción o, incluso, por la huida de la
soledad, el asunto corre el riesgo de que no salga bien. Es posible
que muchos de los fracasos vengan de quedarse sólo en las emociones
o en los aspectos físicos y no considerar estos otros asuntos más
racionales, que me parece a mí que son los que más unión producen
y más felicidad dan.
Ojalá ames mucho y que te amen a ti.
Buenas noches.
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