sábado, 26 de octubre de 2013

Buenas noches. El amor es también racional





Estoy enamorado. Sé que estoy enamorado de ella. Pienso a cada momento en ella y lo hago con una sonrisa instalada en el corazón. Tiene el cuerpo soñado en todas mis fantasías. Su voz no me parece de este mundo. Sus manos rebosan dulzura. Su boca sonríe como nadie ha sonreído jamás. Su mirada me atraviesa y me secuestra y me desarma. Ella me puede y yo me dejo vencer como si con ello la ganara. No pienso en mí, sino en ella. No vivo yo, sino que ella vive en mí.

La quiero. La quiero y la quiero querer. Lo que me planteo es cómo quererla. Sé que esto que me pasa ahora, este desbordamiento que sufro en todo mi ser, se atemperará y pasará a ser una emoción continua y contenida que me volverá a dejar vivir, pero entonces quiero saber qué hacer para no perderla, para seguir queriéndola, para no decepcionarla.

Sólo conozco dos maneras de quererla. Una, la manera tradicional, la forma machista de siempre, tenerla a mi servicio, procurar que me obedezca, que me dé placer, que ponga su vida a mi disposición y que viva para mí, pero eso no me parece una manera digna ni humana de tratarla ni de quererla.

La otra me exige pensar mucho. Primero, tengo que saber lo que ella aspira a ser en la vida, qué entiende por vivir y cómo le gustaría vivir su propia vida. Entiendo que quererla es ayudarla a conseguir esa meta, servirle de apoyo y de impulso para que logre ser ella misma. Tengo que aprender a ponerme en su lugar para saber lo que puede necesitar en cada momento y procurar adelantarme, si es posible. Lo que hagamos y vivamos en común tiene que ser común de verdad. No es que vayamos a explotarnos el uno al otro, pero es bueno que estemos atentos a repartirnos bien las tareas. Debo aprender también a cuidarla, para lo cual tengo que tener en la mente sus gustos, sus deseos, qué es lo que le hace descansar, que es lo que le relaja y lo que le motiva. Sé que es difícil, pero tengo que ver la manera de enamorarla cada día, de que cada día pueda sonreír, de que pueda estar a gusto en la vida. Es importante que se sienta libre, que no vea nuestra relación como una atadura, sino como algo agradable y que le invita a vivir. Si no se siente libre, no creo que esté a gusto ni que pueda quererme a mí. No quiero que se sienta nunca sola. No quiero decir que vaya a estar yo siempre con ella, a todas horas, sino que no deje de sentirse atendida, querida, acompañada. Sé que mi amor por ella lo voy a poder medir por su alegría. Si se siente querida, estará alegre. Si no es así, es que algo estaré o estaremos haciendo mal. Todo esto no es sencillo, pero merece la pena que me embarque en esta aventura, porque su vida me importa, porque quiero verla feliz y porque su vida ahora es más importante que la mía.

Sea como sea la manera de quererla, tengo claro que una cosa es la emoción del enamoramiento, el sentimiento que produce el amor, y otra muy distinta, la construcción práctica del amor, la realización concreta y diaria del amor. Esto último es muy racional, hay que pensarlo mucho y hay que planteárselo y resolverlo muy bien. Tengo la impresión de que si me dejo llevar sólo por la emoción o, incluso, por la huida de la soledad, el asunto corre el riesgo de que no salga bien. Es posible que muchos de los fracasos vengan de quedarse sólo en las emociones o en los aspectos físicos y no considerar estos otros asuntos más racionales, que me parece a mí que son los que más unión producen y más felicidad dan.

Ojalá ames mucho y que te amen a ti. Buenas noches.

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