El engaño de las religiones creo que
consiste fundamentalmente en presentarnos la vida como una especie de
negocio establecido con la divinidad de turno, que nos va a aportar
el beneficio de un mundo nuevo, celestial, en un más allá
imaginario.
Cuando la educación se tiñe de
religión, se nos acostumbra a creer que el gran futuro está allá
arriba, como un regalo imprevisto que se nos dará y no como el fruto
de nuestras intenciones y de nuestro trabajo. Nos creamos así un
mundo imaginado, independiente de nosotros, situado más allá de las
apariencias. Estos mundos celestes son muy improbables, porque suelen
ser frutos de la imaginación y de la debilidad para vivir con
valentía.
Hay, sin embargo, otros mundos reales,
que no están 'más allá' de las apariencias, sino 'más acá'; que
no están 'allá arriba', en no sé qué cielo, sino 'aquí abajo',
en esta Tierra. Son los mundos de carne y hueso que no se ven, pero
que existen. Y existen con mucha más fuerza, mucha más tragedia y
mucho más sufrimiento que esas normalidades más o menos habituales
que nos muestran las apariencias y, particularmente, la televisión.
Son los mundos del hambre de los niños, de la ausencia de medios
para vivir humanamente, de las mujeres maltratadas por un injusto
machismo individual y estructural, de la falta de educación y de
sanidad, de la infravida de los que viven como seres infrahumanos.
Si queremos ser conscientes de lo que
significa vivir, creo que tenemos que ir dejándonos ya de mirar
hacia las alturas y dedicarnos a contemplar lo de verdad hay por
debajo de las apariencias. Es posible que no nos guste lo que
encontremos, pero la vida tiene de todo y mirar para otro lado nunca
fue una actitud demasiado humana.
Acuérdate de todos y de todas esta
noche. Vacía tu cariño en la fresca nube que les rociará. Buenas
noches.
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