La ética está ausente y la ley vale
cada vez menos. Salgo. Son las 5 de la tarde. Mucha gente estará
durmiendo la siesta. En una esquina hay una terraza y en ella cuatro
tipos contando sus historias a todo volumen. Me imagino a los pobres
que estén intentando dormir la siesta por allí.
Un poco más allá veo un coche
aparcado todo él encima de un paso de cebra. Diez metros más allá
hay un sitio libre para aparcar. Tengo que cruzar la calle por donde
puedo.
Doblo la esquina y cuatro niñatos
vestidos de niñatos cruzan una avenida por un paso de peatones con
el semáforo en rojo. El conductor de un coche que pasa por allí les
pita y los niñatos se mofan del conductor.
Sigo andando por una acera
relativamente estrecha y me adelanta un silencioso tipo en bicicleta
circulando a toda velocidad. A continuación, un camión se salta un
semáforo en rojo.
Todo esto ha sucedido en unos diez
minutos. ¿Qué está pasando? Pues yo creo que la gente ve que
muchos no cumplen la ley, que están corruptos, que todo vale y que
cada uno hace lo que se le antoja y lo que más le conviene. Como,
por otra parte, ni en casa ni en la escuela le hablan a los jóvenes
de respeto, de que hay normas que cumplir, de que la ciudad es de
todos ni de que no se puede ir por la vida haciendo siempre lo que a
cada cual le pide el cuerpo, pues el resultado es un número cada vez
mayor de seres de apariencia humana que, poco a poco, van
convirtiendo la ciudad es una selva y la vida, en una estúpida
aventura.
Pero tu sueño de hoy no puede ser una
aventura, sino un relajamiento serio y un deseo de felicidad, de
cariño y de buena vida para todas aquellas personas a las que
quieres.
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