Hay una soledad impuesta, que te viene
de fuera y para la que a corto plazo no solemos encontrar remedio.
Pero hay otra soledad elegida, fruto de una decisión vital, como si
la senda existencial elegida necesitara, al menos de vez en cuando,
un refugio con la mente lejos del ruido mundano.
Esta soledad elegida suele venir
acompañada del silencio interior. Es como si en la mente creciera un
espacio vacío en forma de patio interior coronado por una altísima
cúpula en el que fueran apareciendo, no se sabe muy bien cómo,
ideas construidas con la razón en colaboración con los más
variados sentimientos y emociones.
Pero no sólo son ideas las que
aparecen en esa soledad silente. También van apareciendo las
personas. La vivacidad con la que aparecen en la soledad los otros es
a veces proporcional a la emoción que sentimos por ellos.
La mejor manera de salir al mundo es
después de pasar a menudo por uno de esos momento, ratos o días de
soledad elegida.
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