domingo, 10 de marzo de 2013

La momia




Los de Mao, Lenin, Ho Chi Ming o Evita Perón son algunos ejemplos célebres de embalsamamiento de cadáveres. O, si se prefiere, de utilización de la persona, en forma ya de personaje, tras la muerte, para crear o hacer pervivir el mito y para dar pie a la aparición del rito de la peregrinación, posiblemente muy útil para algunos. Ahora, el procedimiento continúa con Hugo Chávez, que permanecerá en la memoria de muchos ciudadanos y servirá para mantener viva la causa por la que luchó.

En España, por lo que conozco, no se da mucho esta ocurrencia del embalsamamiento. Es más frecuente la momificación en vida, una especie de alejamiento de la realidad, con refugio en palacio incluido, y con apariciones esporádicas a través de un monitor. A la momia se le instala entre el serrín interior un reproductor de sonidos y en el monitor aparecen palabras más o menos silbantes, pero carentes de cualquier significado, precaución que han tomado pronto y con mucho cuidado los momificadores. Cuentan estos con un servicio de eufemismos -que lleva una empresa privada, claro- y con un diccionario de uso, del que han suprimido las palabras adecuadas, aquellas que se refieren a la parte de la realidad que no le interesa a la momia, que está convencida de que si no se pronuncia la palabra, la realidad a la que se refiere no existirá. Por ejemplo, no aparecen 'rueda de prensa', 'Bárcenas', 'responder', 'ciudadano', 'violencia de género', 'recortes', 'rescate', 'desahucio', 'desalojo' 'malo' 'peor' o las primeras personas de las conjugaciones, en todos sus tiempos, de verbos tales como 'dimitir', 'mentir' o 'arrepentirse'. El propio diccionario está diseñado para que utilice con frecuencia las expresiones 'herencia recibida', 'y el partido socialista más', 'viene del Gobierno anterior' y 'ustedes mintieron', ésta última, de aparición automática cuando a la momia se la acuse de mentirosa. Son supersticiones que se dan en las mentes de las momias cuando aún están en vida.

Las salidas al exterior de la momia se reducen a las estrictamente necesarias, para lo cual tiene instalado un sistema de estiramiento de las piernas, que normalmente están en posición de sentadas, y un artilugio que reproduce fielmente los movimientos propios del andar. Los ciudadanos todavía creen que la momia, a la que ven a través del monitor siempre, es, en realidad, el ser vivo al que se le parece, pero pronto se darán cuenta de que hace tiempo que éste huyó, preso de sus propias contradicciones y sin poder dar solución al problema que le pedía todo el mundo: que aclarase lo que estaba pasando. Como su forma de ser, esa de hablar sin decir nada, no le permitía ofrecer ninguna claridad creíble, optó por la momificación. Y así sigue, mientras pueda.




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