Ama y haz lo que ames. Buenas noches.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
sábado, 2 de marzo de 2013
Buenos días. Procrastinación
Hay un vicio que triunfa en nuestro
momento y es el de la procrastinación. Consiste en dilatar la
realización de lo que debemos hacer, para dedicarnos a tareas más
agradables y livianas. Las tentaciones del mundo y nuestros cada vez
más débiles hábitos mentales nos están haciendo cada vez más
procrastinadores. Hay que ser conscientes de este asunto para no
llevarse a engaño y no tardar dos días en hacer lo que en una hora
estaría listo, si fuéramos capaces de concentrarnos más. Deberías
hacer el esfuerzo de huir de la procrastinación.
viernes, 1 de marzo de 2013
Buenas noches. Sorpresa
Sin darnos cuenta, de la misma manera
que llega la noche o que los años se apoderan de nosotros, nos
estamos dejando dominar por la sorpresa. La vida, los días, se están
convirtiendo en una sucesión de sorpresas, una tras otra, como un
desfile interminable de novedades insospechadas. El Papa nos da
sorpresas, el PP nos da varias sorpresas al día, la salud nos da
sorpresas, la realidad nos da sorpresas que dejan en mantillas la
ficción. Y la tentación es que nos centremos en ese ramo envenenado
que forman las sorpresas de la realidad y las sorpresas de la
televisión y nos olvidemos de nosotros mismos. Las sorpresas son una
desviación, un divertimento que nos aleja de nuestra propia vida, de
lo que yo he venido a hacer en el mundo. Son necesarios los
divertimentos, pero como momentos secundarios tras los que debemos
volver a nuestro mundo, a nuestra propia vida. Lo más destructivo
que podemos encontrarnos hoy en la vida es la sorpresa, la continua
sorpresa.
Ahora, en la noche, cuando ya todo se
acabe y empiece el momento de descansar, deberíamos olvidarnos de
las sorpresas y volver a lo conveniente, a una de las pocas rutinas
útiles en la vida. Relajar el cuerpo bajando los hombres y notando
el peso de cada una de sus partes. Relajar la mente recordando sólo
lo positivo, lo agradable que haya tenido el día. Y dormir en el
amor que se irradia hacia las personas que queremos, esas que nos
ayudan a vivir y con las que gozamos la alegría de estar en el
mundo. Mañana el nuevo día será una sorpresa, seguramente
agradable, pero eso será mañana. Buenas noches.
Lo que vi: Antígona, de Anoulhl.
La sala 1 del Matadero es un espacio
escénico amplísimo, lleno de posibilidades y muy diferente al que
el espectador puede encontrar en un teatro convencional. Las tablas
del escenario están al nivel de la primera fila de espectadores y
las desnudas paredes de la sala puede que produzcan en el público la
impresión de que se está en una especie de pabellón deportivo, en
lugar de en un recinto teatral.
Quizás sea por eso que los
espectadores, ya sentados en sus algo incómodas butacas, no callen y
sigan hablando y hablando -con esa manía que tiene hoy el español
medio, de tener que hablar en todas partes, incluidos conciertos u
obras teatrales-, a pesar de que en el escenario hay ya una actriz,
la genial Berta Ojea, bordando su papel de nodriza barbuda. El
personaje está, es verdad que callado, pero actuando. Tiene que
sonar la voz que recuerda que hay que apagar los móviles y que la
función va a comenzar para que los asistentes se callen. Para
entonces, ya no se habrán dado cuenta de que la nodriza se ha echado
a dormir y que lo que viene a continuación es lo que sueña. La
ambientación de este sueño echa mano de las máquinas de humo. Me
imagino que habrán tenido que contratar un verdadero arsenal de
tales artefactos, tanto por las dimensiones del local, como por el
tiempo que transcurre desde que empieza a salir el humo blanco desde
el fondo del escenario hasta que cesa tal efluvio, con algunos
espectadores ya un poco molestos por la presencia olorosa de tales
emanaciones.
La obra cuenta la historia de Antígona
y de su hermana Ismena, hijas de Edipo, y sus reacciones ante la
muerte de su hermano Polinices. Tras la muerte de Edipo, sus hijos
Etéocles y Polinices deberían ocupar el trono durante años
alternos, pero el primero no cede el poder y Polinices entonces
organiza un golpe de Estado para ocuparlo. Tras la muerte de ambos en
la lucha, ocupa el trono su tío Creonte, un tirano que, con afán de
dar ejemplo al pueblo, decide castigar la actitud de Polinices,
prohibiendo que se dé sepultura a su cadáver y permitiendo que se
pudra a la vista de todos.
Las reacciones de las dos hermanas son
contrarias y prototípicas de las dos posiciones habituales frente al
poder. Ismena, transigente, miedosa y disciplinada, acata sin más el
designio del tirano. Antígona, por el contrario, considera injusto e
inmoral el designio de Creonte y se atreve a robar el cadáver y a
enterrarlo. Antígona representa el ideal de justicia y de
racionalidad. Es la reacción del individuo consciente frente al
poder. Creonte, por el contrario, defiende una visión posibilista,
realista de la sociedad y del poder. A pesar de que entiende los
problemas del ejercicio del poder, acepta asumirlo. Es imposible la
coexistencia de ambas posturas y Antígona termina siendo condenada a
muerte por su tío. Éste, a su vez, recibe las consecuencias de su
decisión sufriendo el suicidio de su hijo, prometido de Antígona, y
de su propia mujer.
La puesta en escena que eligen Rubén
Ochandiano y Carlos Dorrego es muy libre. El policía que aparece en
la obra va caracterizado de payaso, llega montado en un ridículo
triciclo y no acierta ni siquiera a elegir la manera de matar a
Antígona. La nodriza, magníficamente interpretada por Berta Ojea,
es una mujer barbuda. Hemón, el prometido de Antígona, aparece como
un boxeador y Creonte lleva puesta una especie de capa o bata y unas
gafas de sol de una conocidísima marca. Hay un personaje, que va
comentando y casi explicando lo que va ocurriendo en el escenario,
pero lo hace en francés. Quienes no sepan este idioma, tienen que
seguir la traducción simultánea que aparece encima del escenario,
pero sin ver al actor que habla. Me pareció una especie de
distanciamiento, similar al que introducía en sus obras Bertold
Brecht, tendente a que el espectador se separe emocionalmente de la
obra para que intente comprender el mensaje que se quiere transmitir.
El montaje no es demasiado
espectacular. Los actores parecen dedicarse sobre todo a la emisión
del texto, sin dotar de emoción a sus palabras. En este sentido, no
me acabó de convencer Najwa Nimri, a quien a veces me costaba
trabajo entender. Esta actitud de centrarse en el texto, mostrándolo
un tanto frío, me parece observarla en la mayoría de las obras que
he visto últimamente.
A medida que avanza la obra, se va
poniendo muy de manifiesto un paralelismo entre lo que se relata en
el escenario -déspota, las actitudes de las hermanas en relación
con el poder- y la situación que vivimos actualmente en España. Al
final, la referencia es clara y la obra termina con el pasodoble
“Suspiros de España”.
La obra merece la pena verse. De hecho,
yo lo volveré a hacer próximamente.
Buenos días. Intensidad
Creo que hay que procurar vivir con
intensidad. Normalmente, la vida es intensa, salvo cuando huimos de
ella a causa de cualquiera de los miedos que nos lanzan fuera del
mundo. Vivir con intensidad es volcarse en lo que uno hace, es saber
lo que uno está haciendo, es tener más o menos claras las razones
de por qué debemos hacer lo que hacemos, es saber dotar de
generosidad nuestros actos, es sentirse miembro de una colectividad,
es estar convencido de que no somos números ni individuos, sino
ciudadanos, esto es, personas con derechos y con obligaciones. Vivir
con intensidad es, sobre todo, sentirse humano entre los humanos
construyendo un mundo que pueda ser reconocido como humano. A ver si
hay suerte. Buenos días.
El Calendario de Bautista. 1/3/2013. Mercedes de Acosta
jueves, 28 de febrero de 2013
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