miércoles, 12 de mayo de 2010

Frenos


Hoy, sin quererlo, le he dado un buen susto a un alumno. Dije las notas de los que habían aprobado por curso y lo nombré a él. Pegó un brinco y dio una especie de alarido, lo cual me preocupó porque un patatús te puede dar tanto por una mala noticia como por una buena. El buen hombre se puso a moverse en el asiento, como si le hubiese picado una pulga en el alma, y una sonrisa floja, de esas que van y vienen, se le instaló en la cara. Luego, me vio por los pasillos y me dio las gracias. Añadió, con toda su buena intención, que ojalá me cayera del cielo un buen jamón. Yo me imaginé recibiendo un jamonazo descomunal en toda la cabeza y le dije que mejor nos tomábamos unas cañas que seguramente sería menos doloroso.

Yo recuerdo haber dado también las gracias por haber recibido alguna buena nota inesperada. Es una forma de cortesía similar a la de agradecer que te pongan un café en el bar o que tengan un detalle contigo. Pero es posible que oculte también algo que me parece que debería evitarse: la infravaloración de uno mismo hasta el punto de entender que te han regalado la nota. Creo que hay veces que no nos conocemos bien a nosotros mismos y que no nos damos cuenta de que valemos más de lo que creemos. Este buen hombre ha estado sin esforzarse buena parte del curso creyendo que no tenía capacidad para rendir más de lo que lo hacía. Algo le debe haber hecho ponerse a trabajar y hacer reales sus posibilidades, cosa que no había hecho antes, posiblemente porque él mismo no se creía que podía.

A veces somos nuestros propios enemigos. Nos formamos una idea de nosotros mismos que nos impide crecer, cuando podríamos hacerlo con facilidad si nos conociéramos mejor. Claro que también es posible que ese falso concepto de uno mismo responda a un interés. Es más cómodo autoengañarse, consciente o inconscientemente, creyendo que uno es un inútil que actuar como lo que uno es. El caso es que ganaríamos mucho, me parece, si conociéramos qué es lo que a cada uno nos frena.


martes, 11 de mayo de 2010

La puerta


Hoy he comprendido que no se debe cerrar antes de tiempo la puerta de lo que pueda pasar. Durante mucho tiempo tuve muy presente que siempre ocurre lo inesperado, pero a veces parece que lo olvido. Hay que procurar no vivir como si todo dependiera únicamente de uno mismo. No todo tiene arreglo, pero muchas cosas tienen más arreglo del que uno le ve cuando se las plantea en soledad. O sea, que hay que dejar abiertas las puertas e introducir más perspectivas. Es sano y útil.


lunes, 10 de mayo de 2010

Espacio


Tendemos a explicarnos la vida en términos de tiempo. Pensamos, a veces, que vivir es ir cambiando en el tiempo, avanzar en el tiempo, aprovechar el tiempo, no perder el tiempo, durar un tiempo o vivir en un tiempo. Pero nos olvidamos del espacio. La realidad es que una persona que viva hoy es muy probable que cambio 2 0 3 veces de trabajo y de lugar de residencia. El espacio, los espacios, forman parte también de la estructura de la vida. Así que no cabe echar demasiadas raíces en ningún sitio ni vivir en ningún lugar como si fuera el definitivo. Eso envejece o es síntoma de que se ha envejecido. Aparte de más humano, también es más rentable un discreto cosmopolitismo.


domingo, 9 de mayo de 2010

Otra menos


Otra cosa lista. La energía se va materializando. La próxima es desagradable y se puede resolver de manera simple o de forma muy pesada. A ver si hay suerte.

Una menos


Una cosa menos. Era la más urgente, la más agobiante. Vamos a por la siguiente.


La vida

Uno quiere ser cosmopolita, pero la biología hace que en determinados momentos vuelvas, no a lo que quieres, sino a tus primeras sensaciones, a tu patria, que viene de padre, a tomar fuerzas para volver. ¡Con qué naturalidad dice Alba Molina estas sevillanas hablando de la vida!


sábado, 8 de mayo de 2010

Sevillanas

Me gustaría pedirte ahora que no juzgaras. Baja los hombros y procura sentir. Hoy te ofrezco estética. Una estética determinada para que intentes sentir, si es que tú sientes con esto. Cada uno siente lo que puede o lo que quiere, no sé. Pero esto me parece bonito y bueno. Procura dejarte penetrar por la música, por el color, por el baile inmenso con el mantón de Matilde Coral.

viernes, 7 de mayo de 2010

Lo que hay


Estoy cansado. Estoy agobiado. No estoy harto, pero es una situación parecida. Tengo que hacer cosas que no me apetecen, pero que debo hacer. Cuando no tengo sobre qué escribir, siempre procuro mirar lo que hay y contarlo: siempre hay gente de la que hablar o sucesos que contar. Pero hoy sólo puedo hablar de mí y no decir casi nada. Sólo que estoy agotado. Pero no estoy mal. Lo que hago creo que tiene sentido, pero es una paliza. Tengo que descansar.


jueves, 6 de mayo de 2010

Pañuelo / 6


Ves con los ojos, pero miras con tu biografía. Tu mirada, la parte de la realidad en la que te fijas, la interpretación que haces de los datos que tu vida te ofrece en cada momento, es fruto de todo lo que has hecho con tu existencia a lo largo de tu historia. Puede que tu mirada esté limpia, pero es posible también que esté llena de prejuicios, de actitudes que no te has parado a pensar si son razonables y justas o no, de fijaciones que te has ido fraguando porque tu cobardía o tu pereza o tus errores inadvertidos te han llevado a ello, de creencias en abstracciones, en meras opiniones que tú te has tomado por definitivas. Es posible que juzgues con excesiva facilidad. A veces el yo lo pide y para sentirnos superiores, sin serlo, nos dedicamos a juzgar sin criterio a los demás. En realidad, somos un continuo ir haciéndonos, una permanente puesta en tela de juicio de nuestras ideas. Y si no lo crees, lee este precioso texto, tomado de internet, que me ha enviado mi amigo Eduardo Redondo, un espléndido ser humano que cree que el sentido de su vida está en irse a vivir, a convivir, con los pobres de la favelas de Brasil.

Lo pongo aquí, como me sugiere él, relacionado con el tema del pañuelo. Cuando juzgues a alguien que lleve un pañuelo o una prenda cualquiera o que sea como sea, acuérdate del negro africano y de la rubia alemana.

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere una bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la deja comer de su bandeja y tal vez pensaba: Pero qué chiflados están los europeos”.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Inteligencia


Los conocimientos se muestran en las respuestas, pero la inteligencia se demuestra a la hora de hacer preguntas.