De las ideas de las que más contento estoy de haber aprendido, destaca la de que cuando se trata de actuar con otras personas, no me valen las ocurrencias, los deseos ni los caprichos, sino el deber. Entiendo que el sentido racional del deber se ha perdido hoy en buena medida, pero ni yo tengo la culpa ni encuentro otra manera de actuar humanamente, respetando a todos, construyendo algo que no haga daño a nadie y huyendo de cualquier egoísmo que siguiendo lo que me dice el deber.
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