Últimos días del verano. La una y
media de la madrugada. En el pequeño jardín interior rodeado de
viviendas varios niños juegan, corren y lanzan gritos que parecen
alaridos de fieras salvajes. No les importa que haya personas
durmiendo. Ni a ellos ni a sus padres ni a sus madres, a quienes no
se les ve. Han (mal)educado a estos pobres seres sin normas,
dejándoles que hagan lo que les dé la gana y cuando prefieran.
Estos niños y niñas hablan como viejos tabernarios, hacen lo que
está prohibido y campan a sus anchas por la vida. Poco a poco, a
medida que vayan creciendo, sus familias irán sufriendo cada vez
más. Sufriremos todos, porque tendremos que seguir aguantando sus
caprichos cada vez gruesos. No solo me preocupa el futuro del país
con una juventud así, es que me preocupa ya este presente de padres
y madres ausentes y de una educación olvidada.
Buenas noches.
Buenas noches.
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