Les metieron en la mente la idea de
que, por ser humanos, tenían que aceptar ciertos preceptos que les
obligaba a cumplir un ser superior. Con esto quedaba claro que los
seres humanos no eran libres, sino súbditos de ese ser más poderoso
que ellos y que les obligaba a vivir de una determinada manera.
Les metieron en la cabeza la idea de
que, por ser mujeres y porque lo ordenaba el mismo u otro ser
superior, debían vestir de una forma concreta, obedecer a los
varones y realizar ciertas funciones sociales, pero no otras. Con
esto quedaba claro que las mujeres no eran libres, sino súbditas de
los varones y de ese ser más poderoso que ellas.
Les metieron en la cabeza, en nombre de
las religiones y a través de la educación, que podían creerse que
eran seres libres, aunque, en realidad, no lo eran, porque todos ya
nacían con obligaciones ineludibles con los seres superiores y,
además, en el caso de las mujeres, con los varones. De paso,
aprovecharon para amenazar con castigos terribles a quienes osaran
desobedecer esos preceptos, con lo cual, a la vez, les metieron en la
mente el miedo.
Los ciudadanos, mujeres y varones, con
las mentes atascadas y enmohecidas con estas historias, no se han
dado cuenta aún de que en realidad son libres, ni de que los
poderes, aprovechando la situación, juegan con ellas y con ellos,
que les entregan sus vidas para que sean los poderosos quienes las
vivan.
El día improbable que empiecen a tomar
conciencia de lo que que somos y de lo que deberíamos ser comenzará
una preciosa y dura primavera de seres vivos, libres y autónomos.
Buenas noches.
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