martes, 17 de febrero de 2009

El elogio de la sombra / 1


He hecho una primera aproximación a una de las dos exposiciones que, bajo el título sugerente de La sombra, ha organizado el Museo Thyssen-Bornemisza junto con la Fundación Caja Madrid.

El tema de las exposiciones me ha recordado un librito precioso, lleno de sensibilidad, escrito por el japonés Junichirõ Tanizaki (1886 – 1965) y titulado El elogio de la sombra.

Quiero incluir aquí algunas citas de este librito que muestran una estética y un sentido de la contemplación muy alejados del que solemos tener en occidente.

La primera cita habla de algo muy importante en Japón, pero con una cierta mala prensa en occidente: el de los retretes. Dice Tanizaki:

Siempre que en algún monasterio de Kyoto o de Nara me indican el camino de los retretes, construidos a la manera de antaño, semioscuros y sin embargo de una
limpieza meticulosa, experimento intensamente la extraordinaria calidad de la
arquitectura japonesa. (…)

Siempre apartados del edifico principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo de donde nos llega un olor a verdor y a musgo; después de haber atravesado para llegar una galería cubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shōji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir. (…)

En verdad, tales lugares armonizan con el canto de los insectos, el gorjeo de los pájaros y las noches de luna; es el mejor lugar para gozar de la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones y los antiguos poetas de haiku han debido de encontrar en ellos innumerables temas. Por lo tanto no parece descabellado pretender que es en la construcción de los retretes donde la arquitectura japonesa ha alcanzado el colmo del refinamiento. (…)

Comparada con la actitud de los occidentales que, deliberadamente, han decidido que el lugar era sucio y ni siquiera debía mencionarse en público, la nuestra es infinitamente más sabia porque hemos penetrado ahí, en verdad, hasta la médula del refinamiento. (…)


Los inconvenientes, si hay que encontrar alguno, serían su alejamiento (…), además del peligro, en invierno, de resfriarse; no obstante si, para repetir lo que dijo Saitō Ryoku, “el refinamiento es frío”, el hecho de que en esos lugares reine un frío igual al que reina al aire libre sería un atractivo suplementario.
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