jueves, 22 de enero de 2009

Elegancia / 1


Me gustaría intentar explicar en qué consiste para mí ser elegante.

Lo primero que quisiera decir es que no me parece acertada la idea bastante frecuente de asociar la elegancia a la vestimenta o a los diversos adornos con los que cubrimos nuestro cuerpo. Creo, más bien, que la elegancia afecta a lo que de una manera muy simple y muy inexacta llamamos alma. Me refiero a las actitudes, a las intenciones, a los gestos, a lo que nos mueve a realizar actos que implican una relación con los demás, a nuestros deseos, a la manera de dar cauce a nuestras pasiones, a todo aquello, en general, que está en lo más profundo de nosotros mismos y que constituye el punto de apoyo de lo que somos y de lo que hacemos en la vida.

Yo no entiendo que a un ser humano, cuando actúa como un animal, se le pueda llamar sensata y conscientemente elegante, simplemente porque vaya vestido con un traje bien cortado y de buen paño o adornado con un peinado de diseño. Es muy posible que en cuanto este ser hable, en cuanto actúe, en cuanto se exprese, cualquiera que use la razón podrá comprobar que, a pesar de su aspecto humano, en el fondo de su ser es un verdadero animal. Más o menos bello o bella, su opción vital es la de un animal. Y sólo faltaba admitir que los animales son también elegantes.

Somos lo que hacemos, no lo que decimos, ni lo que vestimos. Y lo que hacemos suele estar más en relación con lo que pensamos o no pensamos.


(continuará)

1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Un ejemplo de ser humano elegante es, precisamente, la protagonista de la novela La elegancia del erizo. Creo que es una novela esencial para entender qué es la elegancia. Como tú mismo dirías, no se trata de actos, sino de actitudes.

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