Gracias a la vida por poder plantearnos hoy cómo vivir el día, sin necesidad de caer en la rutina ni en la inacción.
Gracias por tener una ventana o un balcón desde los que contemplar el mundo, ese que nos espera sin llamarnos.
Gracias por la luz que puede hablarnos de alegría, de otra libertad, de otra forma de vivir.
Gracias por ser un privilegiado con cuatro paredes, con música, con libros, con mesas que despapelar, con una buena temperatura y una salud aceptable.
Gracias a quienes se interesan por mí, a quienes me dan cariño y a quienes aceptan el mío.
Gracias a la cultura, al mundo de la cultura, a los escritores, los actores, los creadores, los músicos y los artistas en general (ellos y ellas, claro). Les debo muchísimo de lo que soy.
Gracias a quienes están trabajando ahora en los servicios esenciales, al personal sanitario, tan grande en valores y tan humano, a los agricultores, a los transportistas, a los trabajadores de los supermercados, a los repartidores, a los pequeños empresarios que lo pasan mal, a quienes se ocupan de dar de comer a los necesitados, a los periodistas, a los trabajadores de la limpieza, a los científicos, a todos los que se arriesgan para que la sociedad pueda ser mínimamente vivible.
Gracias por permitirme sin demasiada dificultad concentrarme en el día a día, sin que el deseo de otra vida me desmoralice,
Gracias a la vida por mantenernos vivos un día más. La mejor manera de agradecérselo a la vida es buscar la alegría, ser prudentes y generosos, intentar situarse en el amor y tener esperanza en que esto irá a mejor.