Cada nuevo día debes tomártelo como
una provocación, porque, en realidad, lo es. Puedes rechazarla y
huir y refugiarte en la seguridad de la rutina, en la mortecina
repetición de lo de siempre. Pero puedes también aceptar el reto e
inventarte el día robándole algo nuevo a la existencia. Si quieres
tranquilidad, repite todo lo vivido, pero si lo que deseas es intensidad,
entonces, inventa, invéntate. Buenas noches.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
jueves, 6 de marzo de 2014
Lo que veo cuando miro. El enjambre
Somos lo que hacemos. La mayoría de
las consecuencias de lo que hacemos no las sabemos, pero también
somos ellas. Somos más de lo que somos. Somos unos desconocidos para
nosotros mismos. Deberíamos tener siempre buenas intenciones para
evitar que la parte que somos y no conocemos haga daño a alguien.
Nadie es, porque nadie es solo. Cada uno de nosotros somos. Lo que
somos es un enjambre de relaciones, casi todas desconocidas. Pero el
color de ese enjambre depende de cada uno de nosotros. Buenas tardes.
Somos seres racionales
He descubierto en el Carnaval de Cádiz que somos seres racionales porque somos capaces de comer raciones de ensaladilla rusa y de la calamares. No acabo de comprender cómo no me había dado cuenta de ello antes.
Buenos días. Abrazo 10
Cuando te abrazo, no es sólo que te
abrace, sino que quiero que tú te sientas abrazada y que no pierdas
ni un granito del cariño que te ofrezco. Buenos días.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Buenas noches. Carnaval
Es tanta la costumbre que tienes de
verte así, de hacer cada día lo que haces, que crees que realmente
eres como apareces. Si un actor estuviera durante muchos años
representando el mismo papel de la misma obra, probablemente muchas
características del personaje que interpreta quedarían fijadas en
su manera privada de ser y de actuar en la vida. El personaje se
habría así incrustado en la persona.
Yo creo que es eso lo que nos pasa
habitualmente a todos. Vivimos todos los días situaciones muy
parecidas y en ellas, para sobrevivir de manera más o menos
pacífica, repetimos los mismos actos, hacemos gestos similares,
ocultamos lo que puede traernos problemas, evitamos determinadas
reacciones y fomentamos lo que otros muchos consideran conveniente.
Hemos adoptado una serie de
comportamientos que no son propios de nosotros mismos, sino del
personaje que nos vemos obligados a representar en la vida cotidiana.
Nuestro verdadero yo, ese ser más o menos desconocido que llevamos
en nuestra mente, se ha acostumbrado a representar el papel más
adecuado y ha quedado escondido en la rutina diaria. El disfraz que
usamos cada día se ha confundido con el yo a fuerza de ir
disfrazados.
Ahora, en los Carnavales, es cuando
decimos que vamos a disfrazarnos, que por unas horas vamos a ser, por
ejemplo, un pirata o un indio. A mí me parece que, en realidad, no
vamos a actuar como si fuéramos un pirata o un indio. Lo que
deberíamos intentar es vivir la oportunidad de prescindir del
disfraz habitual y, con la excusa de aparentar ser otro, procurar ser
por un día nosotros mismos. De hecho, ese es uno de los sentidos que
ha tenido y tiene el Carnaval.
Se tienen noticias del Carnaval desde
hace unos 5000 años. Se le ha relacionado, por ejemplo, con las
Saturnales -fiestas en las que a veces los esclavos y los amos
intercambiaban sus papeles-, con
las Bacanales -dedicadas al dios Baco y
en la que inicialmente sólo participaban mujeres, aunque
posteriormente se dio entrada a los hombres- o con las Lupercales -en
las que unos sacerdotes, los amigos del lobo, casi desnudos,
iban azotando con tiras de piel a quienes encontraban, para
purificarlos. Se pensaba que así aumentaría la fertilidad de las
mujeres. Más tarde, el cristianismo impuso un tiempo de cuaresma, en
el que todo lo sensual o gozoso estaba prohibido, y el Carnaval
servía como una despedida festiva de la vida habitual. Todo estaba
permitido en los días de Carnaval y posiblemente de ahí venga la
costumbre de ir con la cara tapada por una máscara.
En todo caso, si en Carnaval vas a
cambiar tu aspecto habitual, yo en tu lugar aprovecharía para
intentar ser tú mismo, aunque vayas vestido de pirata o de indio. Si
no lo haces, corres el riego de que se te oxide ese yo que llevas
dentro. Buenas noches.
Que no tengo cara, que tengo cutis.
He encontrado este artículo que
escribí hace 9 años para una revista que editaba una perfumería.
Lo pongo aquí por si le divierte a alguien. Hay que estar muy desocupado
para escribir estas cosas.
QUE NO TENGO CARA, QUE
TENGO CUTIS
Soy otro. La providencia divina o quizá
un molesto escozor en la cara, fruto de un afeitado hecho de
cualquier manera, me condujeron la pasada primavera a la Perfumería
Oriental, en el madrileño Postigo de San Martín. Allí me encontré
ante la amabilidad y la sabiduría estética encarnadas en la persona
de Ana. Después de un breve intercambio de datos y de opiniones, Ana
me lanzó en mitad de la existencia el siguiente juicio fatal:
- “Es usted un antiguo”.
Cuando se dio cuenta de que yo encajaba
el mensaje con enorme desconcierto, se explicó:
- “Los antiguos sólo se preocupan de
si los demás tienen la cara dura o no y de lo molesto que resulta el
afeitado en la propia cara. Algunos incluso se preguntan si la dureza
de la cara les afecta también a ellos mismos y, sobre todo, si se
les nota, pero son los menos. Un moderno, en cambio, sabe que la
preocupación no se debe dirigir a la dureza de la cara, sino a las
arrugas. Y a usted se le está empezando a arrugar la cara. Debería
modernizarse y preocuparse por su cutis, porque está envejeciendo”.
Vejez y cutis. La tragedia del
discurrir de la vida resumida en una frase que alguien a quien acabo
de conocer me suelta en el mostrador de una perfumería. La arruga
como el gran enemigo a batir. Y el cutis. Ahora resulta que yo no
tengo cara, sino que tengo cutis. ¡Qué golpe tan tremendo cuando lo
más cercano se descubre como una novedad! El cutis. El trozo de piel
más representativo de todo mi ser lo tengo que cuidar porque se me
está estropeando. Tanto tiempo preocupándome por los placeres del
momento, incluso por el cuidado de la mente, y resulta que el futuro
y la vida dependen también de la piel. Y si no reacciono pronto,
¿qué pensarán en clase mis alumnos dentro de nada, cuando detecten
mis arrugas y, con la cruda naturalidad que muestran a veces, se les
ocurra decir, por ejemplo, “Profe, que estás ya viejo”? Ni deseo
una vida así ni estoy preparado para ello.
Ana, aquella experta en cremas y
lociones, me había dejado pasmado porque no sólo había sabido
concentrar en una frase el paso brutal de la ética a la estética,
sino porque había sabido poner delante de mí un espejo, como se le
hace a los amigos, para que me viera en él como soy, con un cutis y
con arrugas.
Cuando pude reponerme de tan profunda
revelación, lo primero que hice fue apear a Ana del tratamiento de
usted. Me di cuenta enseguida de que estos asuntos hay que tratarlos
de tú a tú, cara y cara y de mujer a hombre. Le dije con una mirada
de necesidad que me parece que no pude disimular que volvería a
verla en breve.
Me puse a buscar información que
pudiera venirme bien para el cutis y me enteré de que la piel del
hombre es un 20% más gruesa que la de la mujer, que contiene mayor
cantidad de elastina y de colágeno, que las glándulas sebáceas
masculinas producen mayor cantidad de grasa y que por eso suele ser
una piel más brillante, que el sudor del hombre es más ácido que
el de la mujer, que el hombre tiene la piel más firme, que envejece
más tarde, pero que lo hace de una manera enormemente brusca, y que
el afeitado diario es una verdadera agresión para el cutis.
Se apoderaron de mí la preocupación,
la angustia, el sentimiento de culpa por todo el tiempo perdido en el
pasado sin prever lo que podía ocurrir, la sensación de no ser
verdaderamente un ser humano, sino un tipo descuidado que se va
estropeando solo, como se estropean las manzanas en el frutero, sin
que nadie les haga nada. Con toda esta tragedia existencial en la
cabeza me fui a ver de nuevo a Ana.
Me convencí de que para ser moderno y
para tener un cutis bien cuidado es absolutamente necesario usar una
serie de productos creados gracias a las investigaciones tecnológicas
más recientes. Tan necesarios son que no sería descabellado
defender que desgravaran a la hora de hacer la Declaración de la
Renta. Esta absoluta necesidad, junto con la infinita bondad que
poseen y las maravillas que producen, son las que probablemente
justifiquen –no puede tener otra explicación- los precios que
tienen. En todo caso, la sonrisa de Ana, su extrema amabilidad y la
sabiduría que revela en sus explicaciones hacen que te olvides
fácilmente de los precios y que te concentres en lo que
verdaderamente importa: el cutis, la estética y la salud.
Desde que conocí a Ana, sigo al pie de
la letra sus consejos porque sé que en ello va la calidad de mi vida
en el futuro, así como un poquito de la satisfacción de los que me
rodean. En cuanto me levanto siento la necesidad imperiosa de
limpiarme la piel y me apresuro a hacerlo con un gozo insospechado
hasta ahora. Me voy a la ducha y me froto suavemente el cuerpo con Ab
Rescue Body Sculping Gel. Además de sus fantásticas
propiedades higiénicas, este producto te ayuda a conseguir unos
abdominales definidos y a tensar, reafirmar, tonificar y suavizar la
piel gracias a la glucosamina acetílica y a un complejo antioxidante
que trabaja en las zonas en donde se acumula la grasa.
Para el cutis y el cuello, Ana me ha
recomendado vivamente el Nettoyant Visage, un gel
espumoso purificante que deja la piel limpia y fresca y muy bien
preparada para el momento cumbre del afeitado. Una o dos veces por
semana me aplico, en lugar del anterior, el Exfoliant Visage,
un estupendo gel de microesferas blancas desincrustantes y pulientes
que elimina tanto las células muertas como el aspecto apagado de la
tez. Ana me ha prometido que me regalará una muestra de Défatigant
Visage, que es un producto sensacional porque permite hacer
trampas al minimizar las marcas del estrés y del cansancio y lograr
que parezcas que estás en forma. Seguro que lo probaré.
Después de la ducha viene el momento
más delicado de la mañana: el afeitado. Es fundamental realizarlo a
primeras horas porque es el momento en el que los músculos faciales
y la piel están más relajados. Conviene hacerlo después de la
ducha y de haberse aplicado un tónico sin alcohol. Yo uso el
Profesional Anti-Fatigue Express, de la gama Germaine,
de Capuccini for Men. El proceso de afeitado es menester
empezarlo humedeciéndose muy bien la cara con abundante agua
caliente para que se dilaten los poros. Luego, hay que aplicarse unas
gotitas de Huile de Rasage Shave Ease, que incrementa
una barbaridad la eficacia y la facilidad del afeitado. A
continuación hay que impregnarse bien la cara con Rasage
Idéal, un gel espumoso sin alcohol, para que la hoja de
afeitar se deslice perfectamente y evite las molestas irritaciones
que suele producir el afeitado. La maquinilla ha tenido que estar en
el agua caliente que se ha depositado en el lavabo y que va a
permitir afeitarse con el grifo cerrado, para evitar el gasto
excesivo e inútil de agua. Una vez acabado el afeitado, hay que
secarse la cara con mucho cuidado y mucha suavidad y aplicarse a
continuación un poco de Gel Hydratant, que es
ultrafresco y ligero, a la vez que reafirmante e hidratante. Este gel
proporciona dinamismo y, gracias a que posee auxinas de girasol y
extracto de mourera fluviatis, protege la piel de la
contaminación. Otros días opto por el Baume Hydratant,
un bálsamo que es un verdadero baño de bienestar, sin sensación de
grasa, que favorece la cicatrización de los microcortes y modera el
crecimiento de la barba. El último toque es el que aporta el
Anti-Rides Intégral, un espléndido tratamiento
antienvejecimiento para los hombres activos que asocia el efecto
alisante del extracto de ciruela con la acción antiarrugas continua
del alga Ao Nori, produciendo un efecto remodelante,
regenerante, suavizante y estimulante.
Antes de aplicarme el Antiperspirant
Deo, que controla la transpiración sin bloquearla y que no
contiene el odioso alcohol, me extiendo con la yema de los dedos y
con sumo cuidado una pizca de Sérum Contour des Yeux
para evitar las ojeras y las bolsas en los ojos.
En todo este plan de remodelación
humana y de cuidado personal no podía faltar el toque imprescindible
de Marisa, una peluquera excepcional que sabe adornar y congeniar tu
personalidad con el corte de pelo adecuado, todo ello realizado con
una soltura, un diseño y un sentido del humor exquisitos. También
recibo los cuidados de Mariló, una masajista que atesora en sus
manos un arte más propio de ángeles dulces que de seres humanos.
Desde que sigo todo este tratamiento me
siento otro. Observo que algunas personas me miran y les noto como un
cierto rictus de satisfacción, a la vez que de intriga, como
diciendo “¡qué bien!, pero ¿qué será lo que le hace estar tan
bien?” Tengo la sensación de que me sonríen más, de que me
quieren más. Yo mismo me quiero más. Es mi renacimiento.
El poeta francés Paul Valery expresó
en una ocasión una de las ideas más fascinantes, más realistas y
más trascendentales para la vida que se hayan dicho nunca: “Lo
más profundo que hay en el hombre es la piel”. No quiero ni
pensar lo que se le hubiera ocurrido decir si hubiese deslizado un
solo dedo por un cutis cuidado y mimado por esa musa de la sabiduría
postmoderna que es Ana.
Pero, ¡por todos los santos del cielo!
¡qué horror! ¡Virgen del amor hermoso! ¡Señor de los espacios
infinitos! ¡que Dios nos asista! ¿qué hago yo ahora?: ¡Acabo de
encontrarme una arruga en el alma!
Buenos días. Abrazo 9
Cuando te abrazo, no es sólo que mis
labios rocen tu piel, sino que quiero que tú entiendas lo que mis
besos te dicen. Buenos días.
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