jueves, 11 de abril de 2013

El Gran Teatro del Mundo, de Calderón/Carlos Saura




Uno va al teatro a contemplar -etimológicamente, 'teatro' significa 'lugar de la contemplación'- una parte de la vida, expuesta de la manera en que el autor y el director de la obra de teatro quieren expresarla. Hay obras que se centran más en el texto y se tiene en ellas la oportunidad de pensar con detenimiento sobre cosas que pasan en el mundo. Otras resaltan más los aspectos divertidos de la vida. Otras se detienen en los valores estéticos -principalmente, en la belleza-, que de manera más o menos evidente ofrece la realidad. Y hay obras que tienen un poco de todo: motivos para pensar, para reír, para gozar y, especialmente, para sentir que es posible la creación artística y que la contemplación del arte es una de las formas humanas más reconfortantes de las que podemos disponer. Una de estas últimas es El gran teatro del mundo, el auto sacramental de Calderón de la Barca, versionado y dirigido por Carlos Saura, quien ha intentado y, a mi juicio, ha conseguido acercar al siglo XXI los elementos más asumibles hoy de la obra escrita en el siglo XVII, a los que ha añadido su particular interpretación de lo que el autor barroco dijo.

Después de ver la obra, que se representa en las Naves del Español, del Matadero, en Madrid, uno se queda con la impresión de que todo en ella está bien hecho. Los actores, en papeles dobles, puesto que actúan como personajes y, a la vez, como personajes que ensayan una obra, están perfectos. Teniendo en cuenta que la mayor parte del texto está en verso, esto dice mucho y bien de ellos. Una de las características de los autos sacramentales es el carácter alegórico de los personajes. Esta figura consiste en que un concepto general, como, por ejemplo, el de la justicia, es representado en ellos por un personaje que, por su atuendo o por su manera de ser, simboliza y recuerda las características de ese concepto. Para que este recurso funcione, tiene que existir una conexión profunda entre el actor o la actriz y su vestuario. Si se repasan cada uno de los personajes de la obra que comentamos, observamos el cuidado, el detalle y la elegancia con los que han diseñados, de forma que pueden ser reconocidos con facilidad y con gusto por un espectador actual. Los tipos de la Discreción, la Hermosura, el Mundo, el Pobre o el propio Calderón, por no decir que los de todos los personajes de la obra, están construidos con una sencillez clara y, a la vez, con un poder simbólico evidente.

En cada momento de la obra se observa la presencia de la mente poderosa de Carlos Saura. En mi opinión, Saura es un señor que ha logrado perfectamente la madurez de un ser humano, es decir, ha logrado conquistar, con los años, su juventud. Lleva dentro un niño, que ha ido educando poco a poco y que saca a pasear de vez en cuando, sobre todo cuando tiene que trabajar y crear arte, sea éste del tipo que sea. Da la impresión de que tiene claro que vivir es crear y que, si alguna vez no lo es, entonces la vida se vuelve aburrida y no merece la pena contarla. Sabido es, sin embargo, que a los viejos de mente, sean cuales sean los años que tengan, no les gustan los niños de mucha edad, pero este es otro asunto de difícil solución.

Todo en esta obra de Calderón/Saura, cada escena de la representación, es sorpresa, provocación, luz, belleza, invitación al disfrute, respeto crítico por lo bueno existente, espectacularidad, agilidad, calidad y variedad -en la obra hay personajes que hablan, pero también efectos especiales, luces, vídeos espectaculares, contraluces, música clásica, una saeta, la voz de Mercedes Sosa... Todo es sencillo, pero sorprendente. Todo parece estar bien hecho. Todo aparece bajo el prisma de Carlos Saura, lo cual puede ser un aliciente para unos y una garantía de fracaso ya previsto para los menos dados a las novedades. En este caso, ellos se lo pierden.

Tengo la sospecha de que todavía hay muchas personas que no acuden al Matadero porque creen que está demasiado lejos y que para ir, hay que hacer un viaje poco menos que de media distancia. No es así. Es un lugar muy bien comunicado y que ofrece alicientes suficientes como para pasar en él toda una tarde. Por eso creo que no debería ser éste un impedimento para acudir a ver esta obra que tiene la suficiente fuerza como para hacer olvidar al espectador lo que traía en la cabeza cuando entró en el teatro. El gran teatro del mundo, de Saura, tiene el poder de secuestrar la mente del espectador durante una hora y media escasa y de convertir al teatro, no sólo en un lugar de contemplación, sino, sobre todo, en un buen rato de disfrute.

Buenos días. El valor de la vida




Tu vida puede valer lo que tú quieras que valga. Las circunstancias de cada cual serán luego las responsables de la diferencia entre el querer y el poder, pero que tú quieras que valga es indispensable para que valga. Si quieres que tu vida valga, tienes que buscar cómo hacerla valiosa. Tienes que plantearte si es el tener o es una forma de ser lo que le da valor. Tienes que ver si es el yo o es el nosotros lo que la engrandece. Tienes que sopesar si reproducir los modelos existentes o crear el tuyo propio es lo que la hace crecer. Tienes que descubrir si tu vida sube cuando te miras tú o cuando miras a los demás. Tienes que asumir si tu vida se hace grande cuando se mantiene en lo bueno o cuando descubre lo mejor y cambia. Si quieres que tu vida sea valiosa, tienes que tener alguna respuesta a todo esto. Buenos días.

El calendario de Bautista. 11/ 4/ 2013. Dolores del Río




Tal día como hoy de 1983 murió la actriz Dolores del Río. Tienes más información aquí.


miércoles, 10 de abril de 2013

Músicas de Mar. Pedro Lobo y Joäo Pinheiro

Amor 115




Uno de los dogmas del neoliberalismo es que cada uno debe buscarse su propia felicidad.

Casa L: Buenas noches. Murió José Luis Sampedro

Casa L: Buenas noches. Murió José Luis Sampedro: Cada día tiene sus noticias positivas (aunque a veces sea difícil encontrarlas) y sus novedades negativas (éstas sí que no fallan). ...

Buenos días. Volcanes




Tú y yo, mientras estamos vivos, somos volcanes en erupción. De mi cráter sale lava que rebosa y resbala por la ladera de mi vida. Cuando solidifica, una parte de ella se convierte en palabras que dan lugar a ideas. Otra parte de la lava se convierte en besos, en abrazos y en afectos. Una última parte de lo que expulsa el cráter llega a convertirse en hechos. Nunca se sabe el destino ni de las palabras ni de los afectos ni de los hechos, pero salen y ahí están. Pero mi volcán expulsa también un humillo blanco, una columna casi imperceptible de materia gaseosa, un acompañante siempre presente de la lava, que va buscando por los aires reunirse con otras columnas de humo similares. Es un humo que aspira a ser limpio, noble, generoso, constructivo, que no pretende alejarse demasiado de la superficie, al que le gusta volar libre y conectar con otras columnas humeantes similares a ella, pero que encuentra muy pocas. Las columnas que salen de los volcanes no son blancas, sino que tienen el color del dinero, del egoísmo, de la esclavitud, de la mala voluntad, del individualismo, de la desconfianza, del encorsetamiento. Con todas estas columnas tan variadas, tan dispares, se forma un aire viciado, bastante irrespirable, que invita a huir. Algunos volcanes no queremos huir y luchamos entre las alternativas de apagarnos o de explotar. En esas estamos.

El calendario de Bautista. 10/ 4/ 2013. Cecilia Grierson




Tal día como hoy de 1934 murió la médica Cecilia Grierson. Tienes más información aquí



Casa L: Buenas noches. Murió José Luis Sampedro

Casa L: Buenas noches. Murió José Luis Sampedro: Cada día tiene sus noticias positivas (aunque a veces sea difícil encontrarlas) y sus novedades negativas (éstas sí que no fallan). ...

martes, 9 de abril de 2013

Buenas noches. Murió José Luis Sampedro




Cada día tiene sus noticias positivas (aunque a veces sea difícil encontrarlas) y sus novedades negativas (éstas sí que no fallan). Hoy hemos tenido el infortunio de enterarnos de que José Luis Sampedro había muerto el domingo.

Siempre me pareció Sampedro un hombre al que había que escuchar, una de esas mentes preclaras, con los ojos bien abiertos y las neuronas convenientemente organizadas como para que sus palabras ayudaran a entender el presente y a ver venir el futuro.

Tuve la suerte de conocerlo personalmente a mediados de los años 80. Un grupo de profesores del instituto en el que yo estaba destinado teníamos la convicción de que los alumnos tenían que saber mucha lengua y muchas matemáticas, pero que también tenían que aprender a vivir. Como el director del instituto no ponía inconveniente y el jefe de estudios era yo, nos pusimos manos a la obra y llevamos allí a personas que pudieran decirles cosas interesantes a los alumnos. Que yo recuerde, llevamos a Jaime Chávarri, director de cine, y al pintor Manuel Alcorlo (¡Cómo te reconozco todo lo que hiciste, Teresa Vidaechea!). A José Luis Sampedro lo llamé yo, porque alguien me dio su teléfono, y vino sin hacerse en absoluto de rogar.

Recuerdo con claridad que la única condición que puso fue que lo fuéramos a buscar a su casa, puesto que él no conducía (en eso también le copié). Fuimos a recogerlo en el coche de Beatriz González (¡Ah, si aparecieras!). Detrás íbamos Yolanda y yo. Él vivía entonces en la calle de la Reina, en Madrid, y le dejamos, claro está, el puesto del copiloto, dado que el coche no era demasiado grande. Nada más entrar él, nos presentamos y lo primero que hizo fue pedirnos que, si nos parecía bien, nos tratáramos de tú. Si ya estábamos bastante acogotados por llevar en el coche a una persona de la valía de Sampedro, su propuesta nos dejó ya del todo desconcertados, pero lógicamente le hicimos caso. Con ello logró un estilo de comunicación que nos resultó a todos muy valioso.

Ninguno sabíamos de qué nos iba a hablar en la charla con los alumnos. “De la vida” le decíamos a los que preguntaban. Yo lo presenté diciendo que era un chaval joven, porque así lo mostraba su mente, y pude ver una sonrisa cómplice en su rostro y unas caras de sorpresa en la concurrencia, que no entendía cómo me refería yo con esos términos a una persona que entonces tendría más de sesenta años. Pero lo entendieron enseguida. En cuanto tomó la palabra, lo primero que hizo Sampedro fue preguntar de qué querían los oyentes que les hablara, porque a lo que no estaba dispuesto es a ponerse a hablar una hora o más de cosas que no tuviera ningún interés para la concurrencia. El auditorio se desconcertó, pero con la ayuda del propio Sampedro y de alguno que rompió el hielo, salieron ocho o diez temas sobre los que había interés entre los asistentes. Él, entonces, pidió unos minutos para hilvanar su discurso y nos obsequió con una charla sabia, amena, útil, humana y que respondía a lo que la gente le había pedido. Recuerdo todavía la satisfacción con la que la gente salió de aquel acto. Por supuesto, no cobró nada por echar la tarde con nosotros.

Muchas frases circulan últimamente por las redes mostrando lo que pensaba José Luis Sampedro. Yo quiero recordar hoy algo que me dijo, que luego leí en algún texto suyo y que me marcó como profesor.

“La enseñanza -afirmaba- no es más que amor y provocación”

Y lo explicaba diciendo que si no se ama a los alumnos no se puede hacer con ellos nada que les beneficie. ¿Cómo te vas a dedicar a ellos, cómo vas a explicarles algo hasta que lo entiendan, si no los quieres? Sin amor no sale bien nada. Pero, además, a los alumnos hay que provocarlos, hay que abrirles los ojos, hay que plantearles un problema con claridad, para que lo vean. Lo sientan y se den cuenta de que necesitan resolverlo. Sólo entonces se pondrán a buscar la solución y harán suya la situación. Ponerse a explicar cosas que les resbalan a los alumnos es perder el tiempo. A mí esta idea me llegó muy dentro y durante toda mi actividad como profesor he intentado ponerla en práctica. Hoy estoy convencido de que no sólo la enseñanza, sino la vida -ese camino que consiste en estar aprendiendo constantemente- no es otra cosa que amor y provocación.

Ahora yo, víctima de la tristeza por la desaparición de José Luis Sampedro y de esa angustia vital que te proporciona la maldita y absurda presencia de la muerte en la vida, no quiero decirle que descanse en paz. Los muertos ni se cansan ni descansan. Lo que sí deseo es que su pensamiento siga vivo en el mundo, para que con él no descansemos nosotros y para que nunca estemos en esa paz cercana a la muerte, sino en la guerra de los vivos por la libertad y por la igualdad, como quería él, como hizo él.

Hoy estamos algo más solos, pero que no falte el cariño para todos. Buenas noches.