jueves, 5 de mayo de 2011

Reinventarse





No hace mucho reflexionaba yo sobre la necesidad de reinventarme después de tomar una decisión importante. Lo veía como un momento relativamente lejano, puntual, fruto de un cambio concreto y profundo. Hoy, leyendo el artículo de Rosa Montero, Montañas, en El País de 3 de mayo de 2011, he visto que estaba en un relativo error. No hay que reinventarse en algún momento difícil de la vida, sino cada día. En eso consiste la juventud, la fuerza, el oxígeno, la posibilidad de la alegría, las ganas de vivir y la vida: en reinventarse cada día.

Este es el artículo de Rosa Montero:

Montañas

Gema M. G. tiene 38 años y lleva nueve padeciendo la enfermedad de Parkinson, una cruel dolencia neurodegenerativa que además le cayó encima demasiado temprano. ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Estas son las preguntas que obsesionaron a Gema durante varios años, las preguntas enloquecedoras e inevitables de quien, de repente, es aplastado por una desgracia irreparable, por una de esas desgracias/alud que se te vienen encima y acaban para siempre con tu vida anterior.  Pero que tu realidad tal y como antes la conocías haya sido destruida no quiere decir que la vida se acabe: los humanos somos bichos tenaces.

Desde luego no es fácil: Gema tardó años en poder empezar a reinventarse y, por descontado, tiene que seguir peleando cada día. La gente suele identificar el Parkinson con los temblores, pero lo peor son los ataques de rigidez. No mitifiquemos ni edulcoremos el sufrimiento: vivir con algo así es mucho más duro. A cambio, es probable que sea más intenso, y los momentos hermosos, más hermosos.  Ya diagnosticada, Gema la guerrera ha tenido un hijo, ha aprendido diseño web y sigue trabajando (es profesora de música). Cuando la enfermedad la paraliza, Gema ha tenido la formidable ocurrencia de poner música y echarse a bailar. Hace falta valor para intentar danzar cuando tu cuerpo está desconectado y tieso, pero el truco funciona: se acortan las crisis, son más llevaderas. El Parkinson está originado por una insuficiencia de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer. Y resulta que en enero se publicó en Nature un estudio demostrando que escuchar música puede generar subidas de dopamina. El hallazgo de Gema, producto de su fortaleza y de sus ganas de vivir, es tan interesante que, al parecer, unos neurólogos se están planteando estudiar su caso. Si uno no se rinde puede mover montañas.




miércoles, 4 de mayo de 2011

La mesa



Los ingleses, a la hora de distribuir a los comensales en una mesa, sitúan la presidencia en uno de los extremos, reservando los lugares centrales para los invitados de menos relevancia. Los franceses, por el contrario, ubican a la persona principal en el centro del lateral largo de la mesa, frente a la puerta de entrada de los invitados, quedando los comensales de menor rango cerca de los extremos.

Es curioso lo que ocurre cuando aparece alguien con una necesidad interna de ocupar un lugar relevante, porque se lo pide su ego, y, sin saber nada de estas cuestiones protocolarias, se instala en un extremo, como si fuera el principal en el sistema inglés, y luego la mesa se organiza con el sistema francés.

Tienes más información sobre estas cuestiones aquí.

martes, 3 de mayo de 2011

Encuentro




La alegría de la mirada deseada. El optimismo de las cejas que suben. La aceleración de los latidos del corazón. La carrera de los dos hacia el encuentro. Los brazos que vuelan para agarrar todo el ser de quien viene hacia ti. La llegada esperada. La cercanía de dos cuerpos que encajan mutuamente. Las manos que hablan por detrás. Los dedos que quieren entrar en la carne sin hacer daño. Las mejillas que se rozan hasta terminar en besos. Los cuerpos que se separan para que vean los ojos. Los ojos que se retiran para que se unan los labios en un beso profundo. La sonrisa intensa que transmite la alegría a los ojos y al alma. Las manos que se unen y dialogan con calor y con aprietos. Una mano que va a la nuca de quien está delante y arrastra la cabeza hacia sí. La mirada que baja y la boca que se diluye en otro beso penetrante, ardiente. La mirada que sube al separarse para encontrar cariño en los ojos. Las manos que sujetan dulcemente las mejillas. La cara que se tuerce para besar. Los ojos que se cierran para sentir sin distracción. Las mejillas que vuelven a rozarse, a apretarse, a fundirse. Y, luego, una mano que va al hombro. Otra mano que va a la cintura. Dos cuerpos que caminan unidos. Dos cabezas inclinadas. El paso acompasado. El amor. La alegría.  La vida. La ternura.

lunes, 2 de mayo de 2011

Otros mundos


Creo que hay que tener mucho cuidado con los otros mundos. Una cosa es que nos inventemos otro mundo mejor, pero sin anular la realidad de éste en el que estamos, y otra es inventárselo y querer hacer ver que lo real no es el mundo existente, sino el inventado, el que interesa que la gente se crea que es el real. Esto supone un juego innoble e inmoral con la ignorancia ajena, pero está a la orden del día.

Ana Belén y Antonio Flores


viernes, 29 de abril de 2011

Mandar



¿Por qué será tan frecuente que los menos dotados son siempre los que más quieren mandar? Incluso resultan elegidos democráticamente. No sé si será un asunto psicológico o de intereses o de ambas cosas.

jueves, 28 de abril de 2011

miércoles, 27 de abril de 2011

Aquí no se educa



Estoy ya cansado de esa costumbre actual tan extendida de que los padres no eduquen a sus hijos. Hasta el rancio de santo Tomás de Aquino decía que un deber natural era no sólo el de mantener la especie, sino el de educar a los hijos, pero se ve que ahora ni siquiera eso se lleva. Debe de ser que el aburrimiento es muy malo, que de la soledad hay que huir como sea o que la costumbre puede más que la racionalidad. El caso es que la gente no deja de producir carne educable y que una cantidad enorme de esta carne terminara sin educar, como si bajo la estúpida creencia que todo se hace solo, se ocultara otra no menos estúpida tendencia a lo fácil, a lo cómodo, a la rajoyesca actitud de que los problemas se disuelven solos. Nada de acostumbrar a los hijos a tener comportamientos humanos positivos, nada de decirles lo que deben hacer y lo que no deben hacer, nada de transmitirles valores y explicarles por qué deben ponerlos en práctica, nada de hacerles ver la importancia del respeto, de los modales elegantes, nada de mostrarles la importancia de la curiosidad, del estudio, de la limpieza moral y física, del esfuerzo, de que no todo vale. Es mejor engañarlos haciéndoles ver que la vida es sencilla, que siempre podrán hacer lo que les dé la gana, que tener los caprichos que quieran es tan sencillo como pedirlos y esperar un poco, que ellos mismos y sólo ellos son lo único importante en el mundo, que pueden molestar, hacer ruidos varios, faltar al respeto a cualquiera, tocar lo que quieran, vivir como deseen. Y que no proteste nadie porque hasta ahí podíamos llegar. No le deseo a estos padres y madres ni un ápice del sufrimiento que van a tener con estos antropomorfos antropófagos en casa. Si en algún momento se dan cuenta de lo que han hecho, será tarde. Mientras tanto, los demás estamos sufriendo y aguantando las consecuencias de unas generaciones de padres y madres, alimentados por la televisión, por el vicio del tener, por la ausencia de la lectura y de la mínima reflexión y con el tremendo vacío humano que domina sin remedio tantas y tantas cabezas. ¡Qué enorme error! ¡Que enorme horror!