Miro y echo en falta el sosiego de la mirada limpia, de la buena voluntad, del análisis sosegado de los problemas, de la comprensión mutua, de la ausencia de miedo, de la carencia de gritos, del reposo, de las sonrisas abundantes, del gozo con lo pequeño, del detalle frecuente, del disfrute de la música, de la conversación tranquila y pensante, del ritmo cadencioso de la bondad, de la contemplación placentera de la belleza… Echo en falta un estilo humano en la vida. En la tuya y en la mía.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
jueves, 3 de junio de 2010
miércoles, 2 de junio de 2010
Panorama intelectual
Mañana es fiesta en la Comunidad de Madrid. Se “celebra” la festividad del Corpus Christi, de tan hondo significado para todos los habitantes madrileños. Hace pocos días las autoridades correspondientes no permitían a una chica marroquí ir a clase con un pañuelo en la cabeza. Incluso la máxima autoridad civil de la Comunidad se mostraba de acuerdo con tal medida. Ahora, en cambio, musulmanes, hindúes, ateos, agnósticos y gentes de cualquier religión o de ninguna tienen que “celebrar” una festividad cristiana situada en mitad de la semana y sin que ninguno de ellos sepa, posiblemente, lo que quiere decir tan, al parecer, importante conmemoración. Esto sí está justificado porque le da la gana al poder. Lo otro, no.
Ayer tuve que explicar en clase qué era el integrismo, concepto de origen católico que expresa la actitud de intentar transmitir a lo largo de la historia y sin que le afecte ningún tipo de cambio un mensaje íntegro, idéntico al original, normalmente de corte religioso. Puse como ejemplo, para que lo entendieran, la postura actual de la Iglesia católica oficial en relación con la prohibición del uso de cualquier método anticonceptivo. Tal posición la justifica la superioridad católica con argumentos de Santo Tomás de Aquino, quien en el siglo XIII ideó lo que hoy constituye la mayor parte del “pensamiento” ético católico. El sector integrista de la Iglesia intenta transmitir íntegro ese mensaje, sin que las circunstancias actuales, tan distintas de las del siglo XIII, puedan hacer cambiar dicho mensaje. Una alumna, a la que valoro mucho, pero que debe tener alguna idea intransigente en la cabeza, me echó en cara que estaba insultando a la Iglesia Católica. No es que moleste la crítica, es que ya molesta hasta la historia.
No cabe duda de que el panorama que se ve es para preocuparse.
Alegría / 3
Últimamente, a mis deseos de felicidad añado el de alegría. La alegría es el primer gran síntoma de que la vida va bien, de que una persona está a gusto con su realidad y de que hay ganas de vivir. Añado el deseo de alegría porque, dado que la mayor parte de las veces yo no voy a poder contribuir eficazmente a la consecución de la felicidad del que, por ejemplo, cumple años, al menos intento darle alguna pista, concretarle un poco lo que yo le deseo y plantearle algo determinado que puede que le haga pensar en lo que debería conseguir o en cómo hacerlo.
Me parece que la alegría es la consecuencia natural, vital y hasta biológica de sentirse bien con uno mismo, de desarrollar una existencia que puede considerarse como humana. Nunca verás a un salvaje urbano estar alegre. Seguramente echará al mundo risotadas y espumas de colores, pero no tendrá en la cara el sutil, discreto, sereno e inconfundible gesto de la alegría que se descubre en quien poco a poco, experiencia tras experiencia y reflexión tras reflexión, va aprendiendo a actuar y a vivir como un ser humano.
La gran transformación en la vida de una persona tiene lugar cuando aprende a conseguir estar alegre.
martes, 1 de junio de 2010
Alegría / 2
Cada vez que surge la oportunidad de felicitar a alguna persona, me planteo el sentido que tiene ese acto. Sin duda que es agradable que se acuerden de uno y que te deseen lo mejor, pero, en realidad, ¿qué quiere decir la tan manida expresión “felicidades”? Creo que esto ya lo he expresado en alguna ocasión. La mayor parte de las veces viene a decir algo así como “a ver si tienes suerte y te encuentras, no se sabe muy bien cómo, con la felicidad”. De este rito, lo que menos me gusta es que el felicitante, tras expresar sus mejores deseos, desaparece de la escena y deja al felicitado abandonado a su suerte. Incluso, a veces, no vuelve a aparecer hasta el año siguiente, momento en el que, con besos y abrazos, vuelve a practicar el rito expresivo de sus deseos.
Caso de felicitar a alguien, me gustaría a mí un poco más de compromiso a la hora de desear la felicidad del otro. Pienso que se corre el riesgo de hacer de la felicitación un rito barato, ajeno a las vidas del que felicita y del felicitado, tan frío que sugiere más un cumplimiento forzado que un verdadero y sentido deseo vital. Lo personal ni se ha notado cuando el rito se ha hecho frío y pobre, cuando la tradición vacía ha suplantado a la vida.
(Continuará)
lunes, 31 de mayo de 2010
Grueso / fino
domingo, 30 de mayo de 2010
Magia / 3
sábado, 29 de mayo de 2010
viernes, 28 de mayo de 2010
Antiguo
¿Qué consideras que es lo antiguo, lo que tiene muchos años o lo que ya no sirve para la vida? ¿Qué crees que es lo viejo, lo que le valió a muchos o lo que ya no le vale a casi nadie? No mires tanto la edad. Todos somos más viejos cada día, tanto el que tiene 15 como el que tiene 35 o el que va por los 75. Cualquiera de ellos se puede morir mañana, habiendo vivido los años que haya vivido. Lo importante no son los años, sino lo que hayas aprendido, lo que hayas avanzado en el camino infinito de construirte como ser humano.
jueves, 27 de mayo de 2010
Dónde la belleza
Estoy sentado en el tren. Observo por la ventana la belleza del paisaje, el verde vivo de la primavera, el amarillo juvenil de las flores que han nacido sobre la alfombra verde del campo, la silueta de unos árboles señoriales, con el poso de sus años enraizado en toda su anatomía, el cielo azul, limpio, dominante. Mientras oigo por los auriculares la belleza de El pájaro triste, de Mompou, tocado al piano,veo la belleza infinita de la pierna de la pasajera del otro lado del pasillo, enfundada en unos vaqueros que le resaltan la forma grácil, serena, rebosante. Contemplo la belleza de la mano del pasajero del asiento de delante, a la derecha, que lee unos apuntes de medicina sobre “Potenciales evocados”. Miro la belleza del hombro de su acompañante, que lo deja ver en el lado izquierdo de la butaca porque el ancho escote de su camiseta le cae por el comienzo del brazo. Un hombro no excesivamente carnoso, pero que se aleja levemente del canon de la talla 38. Disfruto con la silueta del puente del Centenario, porque voy pasando por Sevilla. Rememoro la belleza infinita de Sevilla, tan completa, tan pegada siempre a tus sentidos, tan vitalmente excitante en cada momento, que parece imposible que pueda existir algo así. Recuerdo la belleza de los vinos de anoche, todos ellos de la provincia de Cádiz, con el mesonero ofreciendo información interesante junto a unos quesos variados y espléndidos y en el marco de una decoración no excesivamente sorprendente, pero de una calidad indudable.
Me siento inundado por la belleza, pero ¿dónde está la belleza? ¿Está ahí fuera y yo me dejo arrastrar o es que yo transformo en belleza lo que veo? ¿Hoy el mundo está bello o es que yo estoy propicio para considerar como bello lo que veo?