La lucha de contrarios es una metáfora para intentar describir la vida sorteando su complejidad: el verano y el invierno, el día y la noche, el calor y el frío, pero, sobre todo, la vigilia y el sueño. En el sueño pierdes el control de tu mente y tu relación con el mundo cae en dominios ajenos a tu conciencia y a tu voluntad. En la vigilia estás consciente, pero ¿estás de verdad consciente?
La sociedad tiene múltiples mecanismos para intentar que estés en estado de vigilia, pero como adormecido, sin que te des mucha cuenta de lo que pasa de verdad. Hay chorros de anestesia transparente que, o llevas la mascarilla de la crítica puesta, o te la tragas sin querer. Miras la televisión y sólo te enteras de las apariencias más espectaculares, pero puede que tú te creas que has captado así la cruda realidad. Oyes a un tipo repetir machaconamente una mentira y es posible que termines creyendo que lo que habías oído durante tanto tiempo era la verdad. Paseas por una ciudad y ves los coches y los troncos de los árboles y observas de lejos los edificios y te vas convencido de que ya conoces la ciudad y de que es preciosa. Hemos perdido la capacidad y el gusto por la atención. Nos hemos acostumbrado a hacerlo todo de cualquier manera, en lugar de vivirlo cada vez más atentamente. Sólo así nos podremos introducir en la senda del placer.
Haz la prueba de pasear por cualquier calle que conozcas, pero prestando atención a lo que ves. Te darás cuenta de la belleza que has dejado pasar de largo tantas veces como has paseado por allí. Mira las azoteas, las copas de los árboles, las esquinas. Verás que hay otro mundo dentro de tu mundo.
Si quieres vivir, vive con atención. Si no, todo da igual y perderás el tiempo. Haz la prueba.