miércoles, 3 de julio de 2013

Buenos días. Marianito aprende a leer





-Hoy vamos a hacer ejercicios de lectura, -le dijo la monja. A ver, Marianito, que esto es muy sencillo. Mira. La B con la A suena 'ba'. Y, si le añadimos una R, se lee 'bar', como ese sitio a donde van papá y mamá a tomar cañas. ¿Cómo es, Marianito?

-'Bar', dijo Marianito con mucha claridad.

Muy bien. Luego, la C con la E se lee 'ce'. Si juntamos las dos cosas que ya sabemos, suena 'Barce'. Esto te servirá luego para cuando tengas que hablar de Barcelona, por ejemplo, porque empiezan igual.

-Ah, esssstá bien- dijo Marianito.

-Muy bien- dijo la monja mecánicamente.

-Sigamos. La N con la A, se lee 'na', pero si le añadimos una S al final, sale 'nas'. A ver cómo te sale, Marianito:

-'Nas'- dijo el niño con toda claridad.

-Ahora, si unimos las dos sonidos que hemos aprendido 'Barce' y 'nas' y le ponemos una tilde -espero que sepas lo que es una tilde, Marianito, rico- en la A de 'Bar', resulta 'Bárcenas'. A ver, repítelo tú solo, hijo. Puedes alargar la s final si te apetece, que ya veo que te apetece mucho. Anda, dime, ¿cómo es?

Marianito empezó a ponerse rojo, verde y violeta, pero no fue capaz de pronunciar la palabra entera. A pesar de la insistencia de la monja, no hubo manera.

-Pues te castigo a soportar tres ruedas de prensa con preguntas y a jugar todos los recreos con los periodistas- le dijo la monja.

-No, no, essso no, por favor- gritó Marianito con los ojos que parecía que se le iban a salir de sus órbitas.

El niño vivió con mucho sufrimiento aquel episodio y se le formó un trauma de mucho cuidado porque no podía pronunciar aquel nombre. La monja, sin embargo, viendo lo que podía venir después, le dijo con el gesto muy serio:

-Pues, si no te sale 'Bárcenas', con los fácil que es, mañana vamos a aprender a pronunciar 'Dimisión', 'Impuestos a los ricos' y cosas así. A ver qué va a ser esto.

Así fue como al niño Marianito se le formó un trauma que le impedía pronunciar algunas palabras. Cuando Marianito salió del colegio, seguía en la misma situación. La monja decía que parecía que las palabras se le pudrían en el cerebro.

Espero que tú puedas pronunciar cualquier palabra. Buenos días.

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